La guardiana de los caballos de la aurora

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La guardiana de los caballos de la aurora
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La guardiana de los caballos de la aurora. Había una vez una guardiana llamada Sara que vivía en un valle rodeado de montañas. El valle era conocido como el valle de la aurora, ya que era donde el sol primero salía cada mañana. La tarea de Sara era cuidar a los caballos de la aurora, criaturas mágicas que sólo podían ser vistos en la luz de la madrugada. Estos caballos eran conocidos por su poder y su belleza, y eran los mensajeros del amanecer.

Sara había sido nombrada guardiana de los caballos después de una larga selección. Ella había sido la única en sobrevivir la prueba final, que consistía en montar a uno de los caballos. Sara no era la más fuerte o la más rápida, pero tenía un corazón valiente y una gran conexión con los animales.

El trabajo de Sara consistía en alimentar, cuidar y entrenar a los caballos. Los caballos de la aurora eran animales salvajes y libres, y no les gustaba que los humanos se acercaran demasiado. Pero Sara sabía cómo tratarlos y cómo ganar su confianza. Los caballos se acostumbraron a su presencia y la respetaban.

Un día, mientras Sara estaba alimentando a los caballos, escuchó un ruido extraño. Al principio pensó que era un animal salvaje, pero luego se dio cuenta de que era un niño. Sarah corrió hacia el ruido y encontró a un niño llamado Lucas jugando en el bosque. Lucas estaba perdido y no sabía cómo volver a casa. Sarah sabía que tenía que ayudarlo.

Sara llevó a Lucas a su cabaña y le dio algo de comida. Lucas le contó a Sara que había salido a caminar y se había alejado demasiado de casa. Su familia lo estaría buscando, así que Sara prometió ayudarlo a encontrar el camino de regreso.

Sara sabía que los caballos de la aurora podrían ayudar a Lucas a encontrar su camino. Ella preparó a los caballos, seleccionando a los más dóciles y confiables. Lucas montó sobre el caballo más pequeño, llamado Aurora, y Sara montó sobre otro llamado Luz. Los caballos de la aurora comenzaron a galopar por el bosque, llevando a Lucas y a Sara a través de los senderos y los arroyos.

Lucas estaba maravillado. Nunca había montado en un caballo tan hermoso. Aurora parecía brillar en la luz del amanecer, y la brisa fresca que soplaban en sus rostros era refrescante. Los caballos corrían a través del bosque, saltando sobre rocas y atravesando arroyos, hasta que finalmente llegaron a un pequeño pueblo.

Lucas reconoció la ciudad y supo que había vuelto a casa. Estaba agradecido con Sara y con los caballos, así que les ofreció un agradecimiento. Sara y los caballos de la aurora volvieron al valle, sintiendo la brisa fresca en sus cabellos y una sensación de paz en sus corazones.

A partir de ese día, Lucas visitaba a menudo a Sara y a los caballos de la aurora. Trabajaba junto a Sara, ayudándola con los caballos y aprendiendo sobre su cuidado. Sara se convirtió en una mentora para Lucas, y él comenzó a desarrollar una pasión por los caballos y la naturaleza.

Un día, Sara tuvo que dejar el valle por un tiempo. Había recibido una carta de un amigo de la infancia que la necesitaba en otra ciudad. Le dijo a Lucas que cuidara del valle mientras ella estaba fuera. Lucas asumió la tarea con orgullo y se dedicó a cuidar a los caballos de la aurora.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Lucas encontró un grupo de cazadores furtivos. Los cazadores estaban acechando a los caballos de la aurora y planeaban atraparlos para venderlos en el mercado negro. Lucas sabía que tenía que actuar rápido para salvar a los caballos.

Al principio, Lucas trató de espantar a los cazadores con gritos, pero ellos no se rindieron. Entonces, recordó algo que Sara le había enseñado. Sabía que los caballos de la aurora eran sensibles a la luz del amanecer y que se sentían atraídos por ella. Entonces, rápidamente corrió hacia su cabaña y agarró una linterna en forma de estrella, que había sido un regalo de Sara.

Lucas corrió hacia los cazadores, manteniendo la luz de la linterna en frente de él. Los cazadores fueron hipnotizados por la luz brillante y no pudieron resistirse a ella. Los caballos de la aurora corrieron hacia la luz, y Lucas logró guiarlos a un lugar seguro.

Cuando Sara regresó al valle, Lucas le contó lo que había sucedido. Ella estaba orgullosa de él y sabía que había encontrado un verdadero amor por los caballos y la naturaleza. A partir de ese día, Lucas se convirtió en el fiel aprendiz de Sara, y la guardiana de los caballos de la aurora sabía que el valle estaría en buenas manos después de su partida.

Y así, el valle de la aurora se mantuvo en equilibrio, gracias a la dedicación de los guardias y los habitantes que lo rodeaban. Los caballos de la aurora continuaron corriendo libres y salvajes por las montañas, llevando el mensaje del amanecer a todos aquellos que podían verlos. Y aunque Sara se fue, su legado perduró en la persona de Lucas, quien siguió cuidando y protegiendo el valle durante muchos años.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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