El caballo que navegaba por los cielos

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El caballo que navegaba por los cielos
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El caballo que navegaba por los cielos. Había una vez, en un reino lejano, un hermoso caballo blanco llamado Neptuno. Era el caballo más ágil y fuerte de todo el reino, y tenía un corazón valiente que latía con fuerza en su pecho. Pero lo que hacía que Neptuno fuera realmente especial, era su secreto más preciado: ¡era capaz de navegar por los cielos!

Sí, así es, Neptuno había heredado el don de volar de su bisabuelo, un semental mágico que había sido traido de las tierras del lejano Oriente. Y en cada noche despejada de luna llena, cuando todos los demás caballos dormían en sus establos, Neptuno se subía al tejado más alto del castillo para alzar el vuelo.

A medida que el caballo blanco se alejaba más y más de la tierra, su cuerpo se hacía más ligero, y su melena ondeaba al viento como una bandera. Mirando hacia abajo, Neptuno podía ver el reino entero, con sus campos verdes salpicados de flores, y sus valles serpenteantes donde corrían ríos de aguas cristalinas.

Pero lo que realmente disfrutaba Neptuno era volar entre las estrellas. Allí arriba, en el cálido abrazo de la noche, el caballo navegaba por las constelaciones más brillantes, siempre atento a las señales que le indicaban el camino a seguir. Toda la oscuridad a su alrededor lo hacía sentir como un úniocrnio mágico, y sus relinchos se convertían en ecos fantasmagóricos a lo largo del firmamento.

Una noche, Neptuno experimentó una sensación extraña mientras volaba. Era como si una voz le hablara directamente en su mente, susurrando palabras de una lengua que nunca había oído antes. El caballo agitó la cabeza, pensando que podría haber sido una simple ilusión, pero la voz persistió.

-Sigue adelante, noble caballo. Tú eres el elegido para una gran misión -dijo la voz-. Busca el camino, y encontrarás el tesoro que te permitirá regresar a casa.

Neptuno estuvo confundido por un momento, pero decidió seguir su instinto y seguir adelante. Se sumergió en una nube blanca y espesa, y viajó durante varias horas, sin rumbo fijo. Pero finalmente, el caballo vio una estrella casi apagada, que titilaba débilmente en la lejanía.

Era una luz roja, como una llama en la nieve, y Neptuno supo al instante que tenía que seguirla. Con toda su fuerza, elevó el vuelo para llegar hasta la estrella, y descubrió que allí estaba escondido un enorme cofre de madera, adornado con brillantes decoraciones de oro y gemas.

El cofre estaba cerrado con un candado dorado, y Neptuno se puso a trabajar para tratar de abrirlo. Con sus patas delanteras, rasca y rasca el misterioso cofre, mientras un misterioso aire de magia parecía envolverlo todo en su entorno.

De repente, una luz cegadora inundó el cielo, y unos seres alados aparecieron a su alrededor. Tenían la apariencia de ángulos celestiales, y manteniéndose en el aire absoluto, le tendieron la mano a Neptuno para ayudarle a abrir el cofre.

Con un chirrido de bisagras, la tapa se abrió, y Neptuno se quedó sin aliento al ver su contenido. Dentro había un collar de diamantes, un manto de seda, y una corona de oro puro, todo tan hermoso y valioso que ninguno de ellos podía ser igual.

El caballo no sabía qué hacer con todo aquello, pero las criaturas angélicas le dijeron que tomara los objetos y los llevara de vuelta a casa, donde serían de gran ayuda en tiempos de necesidad.

Y así, Neptuno guardó en su corazón el regalo divino, y volvió al reino con su carga en su lomo. Al bajar a tierra, se sintió extraño, como si todo hubiera cambiado desde que partió en su aventura. Pero cuando las campanas del castillo comenzaron a sonar en su honor, y los habitantes del reino se reunieron en la plaza, todo volvió a ser como antes.

El rey, que conocía el secreto de Neptuno, lo recibió con reverencia, y le preguntó qué tesoro había encontrado en su vuelo. El caballo, sin saber por qué, acercó sus labios al oído del soberano y le susurró la verdad, que sólo ellos dos sabrían.

-Estos objetos valiosos son un regalo del cielo -dijo el rey, impresionado-. Y tú, Neptuno, te has ganado el derecho a ser el defensor del reino, el caballo que siempre estará ahí para proteger a sus amigos y luchar contra el mal que amenaza nuestra paz.

Y así fue. Desde ese día, Neptuno enriqueció cada noche con sus vuelos mágicos, pero ahora con un propósito aún más valiente y noble. Protegía el reino con su vida, asumiendo cualquier desafío como un verdadero héroe, y no dudaba en gastar su último aliento en luchar por el bien de todos.

Y cuando la hora llegó para que Neptuno se convirtiera en una leyenda, cuando todos supieron que ya no podría volar más por los cielos, la leyenda cobró vida y se quedó en el corazón de toda la gente que le había admirado y había convivido de forma colectiva.

Neptuno dejó un legado que nadie podraid olvidar, y cuando aún los habitantes del pequeño reino lo recoraban, el cielo se quedaba en silencio, recordando el sonido del viento que atrapaba Neptuno en su pelaje, y con alegría recordaba el sonido de sus fuertes cascos en la tierra, luchando y sacrificándose para defender su hogar.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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