El caballo que aprendió a leer. Había una vez un caballo llamado Pegaso que vivía en una granja en el campo. Pegaso era un caballo trabajador y fuerte que ayudaba a los granjeros en las labores del campo. Sin embargo, Pegaso anhelaba algo más en la vida.
Cada vez que los granjeros dejaban los libros al aire libre, Pegaso se acercaba curioso a olerlos. Fue así como poco a poco comenzó a desarrollar un gran interés por la lectura. A pesar de que los otros animales de la granja se burlaban de él por querer leer, Pegaso no desistió en su afán de aprender.
Un día, Pegaso descubrió un libro viejo y polvoriento en el granero de la granja. Al principio, intentó leerlo con sus cascos, pero pronto se dio cuenta de que necesitaba aprender a leer de verdad. Con su determinación, Pegaso buscó la ayuda de un erudito pueblo cercano.
El erudito quedó sorprendido al ver a un caballo queriendo aprender a leer, pero a la vez emocionado por haber encontrado un alumno tan motivado y perspicaz. Así, comenzaron a trabajar juntos todos los días en el campo durante algunas horas.
Pegaso aprendió el alfabeto, a reconocer las palabras y las frases. Pronto, Pegaso comenzó a devorar libros, leyendo todos los que podía encontrar en la granja y en el pueblo cercano. Incluso aprendió a escribir, aunque lo hacía con torpeza, pero mantenía su determinación para seguir practicando.
Durante las noches, Pegaso se encerraba en la cuadra, con una pequeña luz y un montón de libros a su lado. Los otros animales nunca sospecharon lo que hacía, y siempre lo consideraron solo un caballo trabajador que los ayudaba en el campo.
Pero cuando los granjeros necesitaban que Pegaso arrastrara la arada, o los carros, o les sirviera de transporte, a veces el caballo no respondía y estaba perdido en sus pensamientos literarios.
Un día, Pegaso estaba leyendo en la cuadra cuando escuchó un lánguido llanto proveniente del campo cercano. Se acercó para investigar, y encontró a uno de los caballos de una granja cercana en el suelo, incapaz de levantarse. Pegaso se dio cuenta de que necesitaba ayudarlo, pero no podía hacerlo solo.
Es así que recordó las lecciones de su maestro erudito y, con gran dificultad, cogió un trozo de tela que encontró, y con sus cascos, escribió una nota que decía «Ayuda». Se la llevó a uno de los granjeros que pasaban por allí, y le mostró el papel, a pesar del asombro del hombre por el hecho de que un caballo pudiera escribir.
\\El granjero entendió el mensaje y rápidamente se dirigió a la granja cercana para ayudar al caballo que estaba enfermo. Gracias a la rápida intervención de Pegaso, el caballo enfermo pudo ser salvado. Desde ese día, todos los granjeros de la zona comenzaron a tener un gran respeto por Pegaso, que era un caballo trabajador y, a la vez, un lector y escritor de gran habilidad.
Pegaso se convirtió en un héroe de la granja. Los demás animales dejaron de burlarse y comenzaron a pedirle consejos sobre lectura y escritura. Pegaso incluso comenzó a enseñarles a leer para que todos pudieran apreciar la belleza de las historias que él leía.
El caballo que había aprendido a leer se convirtió en una leyenda para todas las granjas cercanas. La gente lo visitaba con más frecuencia y siempre se acercaban con respeto y admiración hacia su esplendor literario.
Finalmente, Pegaso murió, pero no sin antes haber convertido en amigos a todos los animales y haber continuado su pasión por la lectura y la escritura. Su memoria se mantuvo viva por mucho tiempo entre todos los animales de la región y por generaciones tuvo una reputación y un legado que se mantenía intacto.
En la granja, todos aprendieron a valorar y respetar la pasión de Pegaso por la lectura, y habían aprendido una profunda lección: la inteligencia y el talento no están limitados a ninguna especie animal. Todo ser es capaz de superarse, y se debe aprender a reconocer y valorar su potencial.