Los Lobeznos en el Reino de los Unicornios. Érase una vez, en el reino de los unicornios, un grupo de lobeznos que se adentraron en el bosque. Los pequeños lobos, curiosos por la belleza del lugar, no se dieron cuenta de que se estaban alejando demasiado.
De repente, uno de ellos vio en el camino un fruto amarillo muy grande y alargado, que colgaba de un árbol. Al acercarse, una voz dulce y melodiosa se hizo presente en sus oídos: «¡Hola, querido lobezno! ¿Quieres probar el fruto más delicioso que has visto?»
El lobezno, sin pensarlo dos veces, contestó: «¡Sí, por supuesto!». De inmediato, la voz le hizo saber que debía seguir un camino, que solo él podía ver, para probar el fruto.
Sin saber que hacer, los lobeznos siguieron al que había tomado el camino; pero sin ellos saber, este camino los llevó a adentrarse en una selva donde los árboles eran altísimos y la luz difícil de penetrar. La voz seguía hablando, mientras que los lobeznos no veían a nadie alrededor. Parecía que la voz venía del árbol.
Pronto, llegaron a una clara donde se abría un espacio rodeado de violetas y petunias. Allí, se encontraron con un unicornio que se presentó ante ellos con un gesto de bienvenida.
«¡Bienvenidos, lobeznos! Soy el rey de este reino, y les doy la bienvenida a mi territorio», dijo el unicornio azul. «Mis unicornios y yo estamos siempre dispuestos a ayudarlos. ¿En qué podemos ayudarlos?», preguntó el rey unicornio.
«Estábamos perdidos en el bosque y encontramos un fruto grande y amarillo colgado de un árbol», dijo el lobezno que tomo el camino.
El rey unicornio se echó a reír. «Ese fruto es un engaño. Desafortunadamente, hay criaturas en este bosque que buscan con engaños a los lobeznos para atraparlos. Por suerte, los guiamos a este refugio para mostrarles el camino de regreso».
Y así fue, los unicornios guiaron a los lobeznos de regreso hacia sus madrigueras, en donde fuertes lluvias y vientos había finalizado justo antes de su llegada.
Agradecidos por la ayuda que recibieron, los lobeznos hicieron una promesa de nunca desviarse del camino de los lugares en donde no conocían, a menos que vieran el peligro venir. «Debes ser cuidadoso en todo momento», dijo su mamá. «No dejes que la curiosidad te lleve a un lugar peligroso».
Y es que esa es la historia que siempre les recordaba su mamá, justo antes de dormir.
«Recuerda queridos, siempre debes estar atento a los peligros que existen, pero siempre sigue tu corazón», concluía la mamá con una sonrisa a cada uno. Y así, los lobeznos aprendieron una importante lección sobre el peligro de ser curiosos y salirse del camino, y sintieron un gran amor por su mamá, su principal protectora.