Los Lobeznos en el Bosque de las Mariposas

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Los Lobeznos en el Bosque de las Mariposas
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Los Lobeznos en el Bosque de las Mariposas. Érase una vez en el Bosque de Las Mariposas, en donde vivían lobos de todos los tamaños y edades, un lobo joven llamado Garfio. Él era diferente a los demás lobeznos, no le gustaba jugar a perseguirse o a morderse, tampoco le gustaba cazar. Garfio disfrutaba pasar sus tardes observando las bellas mariposas volar rodeándolo, admi- rando su colorido y esplendor.

Una noche mientras observaba la belleza de una mariposa, esta cayó a sus pies. Garfio inmediatamente la recogió, y la llevó a un lugar seguro para poder curarla. Un poco asustado, pero con la ayuda de su mamá, logró conseguir las herramientas necesarias para curarla.

Después de unos días, la herida de la mariposa mejoró, y Garfio abrió sus manos para liberarla. La mariposa, agradecida por su atención, voló alrededor del pequeño lobo durante unos momentos antes de volver a la libertad de las altas ramas del Bosque. Garfio sintió una enorme felicidad, esa sensación de felicidad que siente uno cuando ayuda a algo que lo necesita. A partir de ese momento, Garfio decidió que su nueva pasión sería cuidar de las mariposas.

Un día, mientras Garfio recolectaba hojas para las mariposas, se encontró con Lobo, un lobezno de la manada. Lobo era muy alto y fuerte, un lobo de los que asusta a todos los demás lobeznos del Bosque. Garfio siempre admiró su poder, pero nunca se atrevió a hablar con él porque tenía miedo que se burlara de él por sus gustos.

Sin embargo, esta vez las cosas fueron diferentes. Lobo observó cómo Garfio recolectaba las hojas, y le preguntó qué estaba haciendo. Garfio, tímidamente, le explicó que las mariposas necesitan un lugar seguro para poner sus huevos, y que por eso él recolectaba hojas y las mantenía limpias y húmedas.

Lobo, sorprendido por la dedicación de Garfio, le preguntó si podía ayudarlo en su tarea. Garfio sonrió y aceptó, ambos comenzaron a recolectar hojas juntos, y de repente, Lobo le preguntó a Garfio si él sabía jugar alguna otra cosa que no fuera con las mariposas. Garfio comenzó a explicar cómo las mariposas juegan a perseguirse, cómo buscan el sol y el agua para crecer, qué distingue a una mariposa de otra, y, para sorpresa de Lobo, se dio cuenta de que las mariposas eran mucho más interesantes de lo que él pensaba.

Los días pasaron, y Lobo y Garfio se hicieron amigos inseparables. Lobo se acostumbró a pasar sus tardes buscando las hojas más bonitas para poner en el jardín de Mariposas de Garfio, mientras que Garfio explicaba todo lo que sabía sobre las mariposas a Lobo. La verdad es que Garfio estaba muy contento de tener un amigo en quien confiar, alguien que no lo juzgaba por ser diferente.

Una tarde, Lobo y Garfio se encontraban jugando en el jardín de Mariposas, cuando Garfio observó que algunas hojas habían desaparecido. Al principio, pensó que a lo mejor había sido un viento fuerte, un animal necesitado de hojas, o simplemente que su memoria lo había traicionado. Sin embargo, como era muy precavido, Garfio decidió poner algunas trampas para esclarecer lo sucedido.

Al día siguiente, cuando Garfio retiró sus trampas, se encontró con Tico, un lobezno común que siempre estaba en problemas. Tico tenía las patas heridas y estaba tan hambriento que había comido todo lo que había en el jardín de Garfio. Garfio, aunque molesto con lo sucedido, se sintió triste por Tico, ya que sabía lo doloroso que era tener hambre.

Con la ayuda de Lobo, Garfio habló con Tico y le explicó lo importante que eran las mariposas para él, que sin ellas, el Bosque no sería el mismo. Tico, avergonzado por su comportamiento, decidió ayudar a Garfio a reparar el jardín de mariposas. Los días siguientes, Lobo, Garfio y Tico trabajaron juntos para reconstruir el jardín de las mariposas. Al final, el jardín ya estaba más bonito que antes, gracias al esfuerzo de los tres lobeznos.

Desde aquel día, Tico dejó de meterse en problemas y empezó a cuidar las mariposas junto con Garfio y Lobo. Los tres se hicieron amigos inseparables, cada uno con su personalidad, trabajando juntos para hacer de este Bosque un lugar mejor.

Y a partir de ese momento, cuando los lobeznos estaban perdidos, buscaban el jardín de mariposas de Garfio para encontrar la felicidad y la compañía que encontraban en su jardín. Y así, Garfio descubrió que la amistad no se busca, sino que aparece cuando uno menos la espera. Él aprendió que la amistad puede ser encontrada incluso en aquellos lugares más inesperados, y que, aunque seamos diferentes a los demás, siempre habrá alguien ahí afuera que comparta sus intereses e ideales.

Y tal como Garfio, Lobo y Tico, todos los lobeznos del Bosque de las mariposas aprendieron a ser amigos entre ellos, a dejar de lado las diferencias y a valorar cada uno de los intereses de sus amigos. Y así, guiados por las lecciones de Garfio, los lobeznos descubrieron que el cambio comienza en uno mismo, y que trabajar juntos es la clave para hacer un mundo mejor.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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