La mágica noche de Navidad. Érase una vez un pequeño pueblo en las montañas, donde vivía una familia muy especial. La familia había encontrado la casa perfecta para ellos en medio de la nieve, rodeada de árboles y con una hermosa vista al amanecer. La casa era pequeña, pero muy acogedora.
La familia estaba compuesta por la mamá, el papá y sus dos hijos, Pedro y Sofía. Los dos niños eran muy diferentes entre sí. Pedro era un poco más tranquilo y le gustaba leer, mientras que Sofía era muy activa y siempre buscaba alguna aventura.
Se acercaba la noche de Navidad y la familia estaba muy emocionada. Habían decorado la casa con luces navideñas, habían preparado galletas y habían envuelto los regalos para poner debajo del árbol.
Esa noche se pusieron sus mejores ropas y se sentaron en la sala, esperando a que llegara la hora de la cena. Cuando el reloj dio las 12, la mamá de la familia dijo:
– ¡Feliz Navidad a todos! ¿Están listos para cenar?
– ¡Sí! – respondieron los niños emocionados.
La cena estuvo deliciosa. La mamá había preparado un pavo gigante, puré de papas, vegetales y postre. Después de cenar, los niños abrieron sus regalos y recibieron algunas cosas que habían pedido.
Pero algo estaba un poco extraño en la casa. La mamá notó que alguien había movido algunas cosas de lugar. Se levantó y empezó a revisar la casa, mientras los niños se quedaron en la sala disfrutando de sus nuevos juguetes.
De repente, la mamá pasó por la ventana y vio algo increíble. Había un trineo volador en el cielo, tirado por renos, ¡y ellos se detuvieron justo en frente de la casa! La mamá corrió a la sala y les dijo a los niños:
– ¡Vengan rápido! ¡Algo increíble acaba de pasar afuera!
Los niños salieron corriendo y se asomaron por la ventana. Efectivamente, había un trineo volador con un hombre muy alegre vestido de rojo y blanco.
– ¡Hola! – dijo el hombre desde el trineo – ¡Soy Santa Claus y vine a visitarlos en esta noche tan especial!
La mamá y los niños estaban en shock. ¡Era Santa Claus! El hombre más famoso de la Navidad, el que repartía regalos a todos los niños del mundo.
– ¡Pero, pero… cómo es que pudiste encontrar nuestra casa? – dijo la mamá todavía incrédula.
– Oh, no fue nada difícil – dijo Santa – Yo siempre sé cómo encontrar a las familias más especiales. Y cuando vi su casa, supe que tenían que ser visitados por mí.
– ¡Qué increíble! – dijo Sofía emocionada – ¿Quieres pasar y tomar una taza de chocolate caliente?
– ¡Claro que sí! – dijo Santa con una gran sonrisa – Eso suena muy bien.
La familia y Santa pasaron el resto de la noche hablando y riendo, compartiendo historias y chistes. Fue una noche mágica que nunca olvidarían. Cuando llegó la hora de irse, Santa le dio a cada uno de los niños un último regalo.
– Aquí tienen una gift card para que puedan ir a comprar cualquier cosa que quieran – dijo Santa – Y también hay algo más.
Del saco de Santa sacó dos cajas pequeñas y se las dio a los niños.
– Estas son para que abran mañana en la mañana. Son un regalo extra para dos niños tan buenos como ustedes.
La familia agradeció a Santa de todo corazón y lo vieron subir en su trineo, desapareciendo en las estrellas.
– ¿Puedo abrir mi regalo extra mañana, mamá? – dijo Sofía emocionada.
– Claro que sí, mi amor – dijo la mamá – Hoy ha sido una noche mágica que nunca olvidaremos.
Y así fue. La familia se fue a dormir con una sonrisa en el rostro, recordando la increíble visita de Santa Claus. Y al día siguiente, al abrir las cajas extra, encontraron dos pases para ir al parque de diversiones. La familia se apresuró a vestirse y a prepararse para ir al parque. Fue un día lleno de risas, emociones y diversión.
Y así terminó su mágica noche de Navidad. Nunca olvidarían la visita de Santa Claus y todas las aventuras que habían vivido durante la noche. Pero lo más importante de todo, habían compartido momentos inolvidables juntos como familia y eso era lo que realmente importaba.
