La Navidad en el Polo Norte. Érase una vez en el Polo Norte, en una pequeña cabaña rodeada de nieve y hielo, vivía un pequeño elfo llamado Nicolás. Este elfo era el encargado de hacer los juguetes para Santa Claus y sus ayudantes. Era un trabajo muy importante y todos los días Nicolás se despertaba muy temprano para comenzar su día de trabajo.
Sin embargo, a pesar de que Nicolás era muy feliz trabajando para Santa Claus, su mayor deseo era poder vivir una Navidad diferente. Él quería disfrutar de todo lo que se vivía en esa época, pero nunca había tenido la oportunidad de hacerlo.
Un día, mientras estaba trabajando en su taller, Nicolás escuchó una risa muy particular. Era una risa muy alegre y emocionante que provenía del exterior. Siendo muy curioso, decidió salir a ver de qué se trataba y para su sorpresa, descubrió que todo el Polo Norte estaba decorado con hermosas luces y decoraciones navideñas.
Nicolás quedó maravillado con lo que veía, niños jugando en la nieve, árboles navideños iluminados, música y danza en todas las calles del Polo Norte. El pequeño elfo no podía creer lo que sus ojos veían. Por fin, había encontrado el espíritu de la Navidad.
Mientras contemplaba todo lo que ocurría a su alrededor, Nicolás sintió una mano en su hombro. Era Santa Claus. El famoso personaje estaba sonriendo y mirándolo con ternura. Nicolás se ruborizó, nunca había hablado con Santa Claus antes.
– ¿Te gusta lo que ves, Nicolás? – le preguntó Santa Claus.
Nicolás asintió tímidamente.
– Me encanta, es maravilloso. – dijo Nicolás.
– Me alegra que te guste – dijo Santa Claus -, es algo que se hace cada año y cada vez es mejor. La felicidad de las personas es nuestro mayor deseo. Y este año, queremos que tú también disfrutes de la Navidad como lo hacen todos los demás.
Nicolás sonrió, pero no entendía muy bien lo que Santa Claus quería decir con aquello.
– El Polo Norte es muy grande, Nicolás. Hay muchas cosas que puedes hacer aquí. ¿Qué te gustaría hacer en esta Navidad?
– Me gustaría mucho cantar villancicos – dijo Nicolás con su típica sonrisa.
– Entonces será eso lo que haremos. Nicolás, quiero que reúnas a un grupo de elfos y juntos haremos el mejor villancico que haya existido.
Nicolás estaba muy emocionado, nunca había liderado un grupo de elfos. Pero no perdió tiempo y se fue a buscar a sus amigos. Comenzaron a ensayar desde el primer momento y en poco tiempo tenían ya sus más que preparados sus tradicionales villancicos navideños.
Llegó la noche de la presentación y todos estaban muy emocionados. Nicolás estaba muy feliz de poder compartir ese momento con sus amigos. La multitud comenzó a reunirse en el centro del Polo Norte, todos querían escuchar el villancico de los elfos.
Finalmente llegó el momento y Nicolás dirigió a su grupo. Ellos comenzaron a cantar, la música era hermosa y todos los presentes cantaban al compás. El villancico terminó y la multitud estalló en un aplauso emocional. El pequeño grupo de elfos se abrazó, ellos habían hecho algo increíble juntos.
Nicolás estaba muy feliz, había vivido su primera Navidad en el Polo Norte y había disfrutado cada segundo de ella. Santa Claus se acercó y lo miró con alegría.
– ¿Te ha gustado, Nicolás?
– Me ha encantado – dijo Nicolas – . Gracias por hacer posible todo esto.
– Es un placer, Nicolás. La Navidad es un momento para compartir y para sentir el amor. Tú nos has enseñado algo valioso este año.
Nicolás sonrió y finalmente comprendió el significado del espíritu de la Navidad. Él había compartido su talento y su amor, eso era lo que hacía especial esa época del año. La Navidad era el momento de compartirlo todo y eso era lo que había hecho él con sus amigos. Y eso, era lo más bonito que había vivido en toda su vida.
Desde aquel día, Nicolás siempre recordaría la Navidad donde cantó villancicos con sus amigos. Y cada vez que llegaba la época navideña, él sería siempre el primero en animarse a cantar para el disfrute de todos. Algo, que a partir de entonces, pasaría a ser una tradición más del Polo Norte.