El hada de la nieve y el regalo perdido. Érase una vez, en un mundo de hielo y nieve, habitaba un hada muy especial, llamada Elsa. Elsa era la protectora de la naturaleza y, especialmente, de la nieve. Cuando caía la nieve, ella aparecía para asegurarse de que todo estuviera en su lugar y que ningún animal se quedara sin refugio.
Un día, mientras volaba por el bosque, Elsa encontró un pequeño regalo envuelto en papel dorado. El paquete estaba tirado en el suelo, y parecía que alguien lo había perdido. Elsa decidió investigar para encontrar al dueño del regalo.
Voló por todo el bosque, buscando a alguien que pareciera haber perdido algo. Visitó cada casa y cada pueblo, pero nadie parecía haber perdido nada. Fue entonces cuando Elsa se dio cuenta de que el regalo podría pertenecer a alguien que estaba de paso, alguien que no era de la zona.
Con esta idea en su cabeza, Elsa comenzó a volar cada vez más lejos, hasta que llegó a una montaña muy alta. En la cima, había una cueva que parecía haber sido construida por un ser humano. Elsa se adentró en la cueva y, al llegar al final, encontró al dueño del regalo.
Era un niño pequeño, de no más de seis años. Estaba temblando de frío y rodeado de peluches que parecían ser sus únicas compañías en aquel frío lugar. Elsa se acercó al niño y le preguntó si el regalo era suyo.
El niño, con los ojos llenos de lágrimas, asintió con la cabeza. Elsa, al ver al pequeño en esa situación, se sintió muy triste y decidió que tenía que hacer algo para ayudarle. Entonces le dijo:
-«No te preocupes, vamos a buscar algo para que puedas calentarte, y después te ayudaré a encontrar el camino de vuelta a casa.»
Elsa, con sus poderes mágicos, hizo aparecer una hoguera en el centro de la cueva, y le ofreció al niño un poco de comida caliente que había traído consigo para situaciones de emergencia. Mientras el niño comía, Elsa decidió preguntarle cómo había llegado allí y por qué se había perdido.
-«Mi madre y yo estábamos de camino a casa, pero en medio del camino, nos perdimos. Fue entonces cuando ella me regaló este juguete para que no me sintiera tan solo. Pero luego, gracias al frío, ella se enfermó y no pudo volver en sí. Por eso, desde entonces, la busco sin descanso.»
Elsa se emocionó al escuchar la historia del pequeño y decidió ayudarlo. Sabía que no podría encontrar a su madre si no lo hacía sola, así que pensó que tendría que buscar la ayuda de otros seres mágicos para lograrlo.
Entonces, Elsa sacó de su bolsa de pertenencias un cuerno mágico que se oía en todo el mundo. Sopló el cuerno con fuerza, y de inmediato, llamó la atención de todos los seres mágicos del mundo. Un ejército de criaturas mágicas acudió a su llamada en busca de instrucciones.
Elsa explicó la situación y les pidió ayuda para encontrar a la madre del niño. Todos estuvieron de acuerdo, y comenzaron a buscar en todos los reinos, subiendo montañas, adentrándose en cuevas y buscando en cada rincón posible. Pero no había nada ni nadie que pareciera conocer a la madre del niño.
Después de varios días buscando, los espíritus mágicos comenzaron a perder las esperanzas. Fue entonces cuando Elsa recordó algo que le había decido un día un sabio anciano. Le había contado la historia de una mujer muy especial, la cual era conocida por tener un don muy especial. Ella podía sanar cualquier enfermedad con su canto.
Elsa decidió que tenía que buscar a esta mujer y pedirle ayuda para curar a la madre del niño. Entonces, eligió a un elfo muy astuto para que la ayudara en la búsqueda. Juntos, emprendieron un largo viaje a través de desiertos, mares y montañas. Pero finalmente, encontraron a la mujer especial.
La mujer, muy amablemente, decidió acompañar a Elsa y al elfo hasta la cueva donde se encontraba el niño. Al llegar, la mujer comenzó a cantar una melodía mágica que sanó a la madre del niño de inmediato.
La familia se reunió de nuevo, y todos se abrazaron y lloraron de emoción. El niño agradeció a Elsa y a todos los espíritus mágicos su ayuda, y prometió que nunca olvidaría el amor que había sentido en ese momento.
Elsa regresó feliz a su hogar, sabiendo que había cumplido su misión y que había ayudado a otra persona en necesidad. Desde ese día, ella siempre recordó que su misión en la vida era ayudar a los demás y proteger la naturaleza. Con esa mentalidad, Elsa siguió volando por el mundo, en busca de nuevas aventuras y desafíos que la ayudarían a crecer y a ser una persona mejor.