El Pequeño Dragón y la Princesa Valiente. Había una vez un pequeño dragón llamado Puff que vivía en una cueva en lo alto de una montaña. Puff era diferente a los demás dragones; era pequeño y débil, y no podía lanzar fuego como lo hacían los demás dragones.
Puff vivía en soledad, alejado de los demás dragones, quienes se burlaban de él por no tener la habilidad de lanzar fuego. Sin embargo, Puff estaba contento con su vida solitaria. Pasaba sus días explorando la montaña y jugando con las mariposas que revoloteaban cerca de la entrada de su cueva.
Un día, mientras Puff exploraba la montaña, encontró una pequeña perdiz que había dejado caer una de sus alas. Al verla Puff se entristeció mucho, se acercó con cuidado y comenzó a hablar con ella. La pequeña perdiz no podía volar y estaba asustada. Puff le ofreció refugio en su cueva y la cuidó hasta que su ala sanó.
Después de ese día, Puff y la perdiz se hicieron grandes amigos y paseaban juntos todas las tardes. La perdiz le hacía reír a Puff con sus locuras y Puff la protegía de los peligros de la montaña.
Un día, mientras jugaban en la pradera, la perdiz vio a unos cazadores que se acercaban. Ella alertó a Puff de la presencia de los peligrosos cazadores y ambos salieron corriendo hacia la cueva. Puff estaba muy asustado, no sabía cómo proteger a su amiga. Pero de repente, una idea vino a su mente.
Puff, a pesar de su debilidad, se paró frente a la entrada de la cueva y con todas sus fuerzas empezó a gritar. Los cazadores, sorprendidos por el pequeño dragón, comenzaron a reírse y burlarse de él. Pero Puff no se dio por vencido, continuó gritando lo más fuerte que pudo mientras la perdiz se escondía dentro de la cueva.
De repente, de entre las rocas de la montaña, aparecieron varios dragones grandes y fuertes. Puff, había logrado pedir ayuda a los demás dragones, quienes se unieron para protegerlo a él y a su amiga perdiz.
Los cazadores, al ver a los grandes dragones, huyeron inmediatamente. Puff estaba muy agradecido con los demás dragones por ayudarlo y por haberle protegido a su amiga. Ahora sabía que la amistad y la lealtad eran más fuertes que cualquier poder o habilidad especial.
Puff se sentía más fuerte, más feliz y más confiado, y el resto de los dragones se sorprendieron al ver que él también podía ser un héroe. Los dragones grandes y fuertes ahora sabían que la verdadera fortaleza no estaba en lanzar fuego, sino en proteger a los débiles y vulnerables.
Puff pasó a ser el favorito de todos los dragones de la montaña. La perdiz y Puff siguieron siendo inseparables y todos los días salían a explorar la montaña en busca de aventuras.
Desde ese día, Puff habló con los demás dragones y se unió a sus juegos y actividades. Aprendió mucho y también enseñó a otros lo importante que era el amor y la lealtad en un mundo donde todos somos diferentes.
Los dragones aprendieron a mirar más allá de las diferencias físicas y se dieron cuenta de que la verdadera fortaleza está en tener amor y empatía. Ahora, Puff era muy querido por todos los dragones de la montaña y se convirtió en un amigo y héroe para muchos.
Desde entonces, Puff y la perdiz siempre estaban protegidos y a salvo gracias a la fortaleza que les brindó la amistad. Y así, juntos recorrieron cada rincón de la montaña, disfrutando la libertad de ser diferentes y leales el uno al otro. Y colorín colorado…este cuento se ha acabado.