El regalo de Navidad de la abuela. Érase una vez, en una pequeña casa en un pueblo olvidado, vivía una abuela sola y un poco triste. Había pasado muchos momentos felices en su vida, pero ciertos eventos habían hecho que se sintiera sola.
Un día, la abuela decidió que quería hacer algo por su comunidad, así que se puso manos a la obra. Comenzó a tejer mantas para los ancianos del vecindario y para los niños del orfanato que estaba cerca de su casa. También cocinaba pasteles y galletas para las personas que no tenían mucho dinero para comprar comida.
La abuela encontró tanta alegría y felicidad al ayudar a los demás que decidió que quería hacer algo especial en Navidad. Cierta tarde, mientras estaba sentada en su sillón junto a la chimenea, tuvo una idea.
Recordó que cuando era pequeña, le divertía mucho escribir cartas y hacer tarjetas para sus amigos y seres queridos. Así que, con una sonrisa en el rostro, decidió que esa sería su idea para la Navidad: quería hacer tarjetas para todos en su vecindario.
Comenzó a trabajar de inmediato, cortando y pegando cartulinas y dibujando pequeñas criaturas y paisajes de Navidad. También escribió mensajes de buenos deseos para la Navidad y el Año Nuevo en cada tarjeta.
En las siguientes semanas, la abuela trabajó muy duro en sus tarjetas, con la ayuda ocasional de algunos vecinos que venían a visitarla para tomar una taza de té caliente y charlar un rato. Finalmente, llegó la víspera de Navidad y todas las tarjetas estaban listas.
La abuela decidió entregar personalmente las tarjetas a cada uno de sus vecinos. Salió temprano en la mañana, vestida con su abrigo y bufanda, llevando una gran bolsa llena de las tarjetas.
Su primer destino fue la casa de sus vecinos, la familia Martínez. Esperó en el porche hasta que la señora Martínez abrió la puerta, aún con una bata de dormir y una sonrisa calurosa en su rostro.
«¡Feliz Navidad, abuela!» dijo la señora Martínez. «¿Qué nos traes?».
La abuela le entregó su tarjeta y le deseó una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo. La señora Martínez estaba encantada con su tarjeta y la abuela se fue sintiendo feliz consigo misma y con su hazaña.
Así continuó, caminando de casa en casa, entregando tarjetas y visitando con todos sus vecinos. Visitó a la familia Gómez, a los hermanos López y a la señora González, todos recibieron una tarjeta de Navidad de la abuela.
Finalmente, llegó a la última casa en su lista. Era la casa de la familia Pérez. La abuela estaba un poco nerviosa porque el señor Pérez trabajaba con su nieto en la ciudad y no había podido conocer a la señora Pérez y a sus hijos, pero sabía que debía hacer lo correcto y entregar su tarjeta.
Cuando tocó el timbre, la señora Pérez abrió la puerta. Era una mujer joven y hermosa, de piel morena y cabello oscuro, con una sonrisa tan amplia que parecía que se iba a romper la cara.
«¡Feliz Navidad, abuela!», dijo la señora Pérez, abriendo la puerta para dejarla entrar. «Gracias por venir. Mi esposo no está en casa, pero los niños están ansiosos por conocerla.»
Los niños Pérez estaban sentados en la sala, jugando con sus juguetes y esperando la cena. Levantaron la mirada cuando la abuela entró y le dieron la bienvenida a su pequeña casa.
La abuela les entregó las tarjetas de Navidad y les deseó Felices Fiestas a todos. Los niños quedaron boquiabiertos al ver las hermosas tarjetas hechas a mano, llenas de colores y diseños de Navidad.
La señora Pérez agradeció a la abuela por su amable gesto y la invitó a quedarse a cenar, pero la abuela declinó cortésmente, diciendo que tenía más vecinos por visitar.
Mientras caminaba hacia su casa, la abuela se sentía feliz y satisfecha. Había conseguido crear un sentido de comunidad en su vecindario, traer alegría a los demás y encontrar un propósito en sí misma.
Al llegar a casa, la abuela se sentó junto a su chimenea y se felicitó por su regalo de Navidad. Había regalado unas tarjetas hechas con amor y sentido de amistad que seguramente colgarían en las paredes de sus vecinos durante todo el año, recordándoles que la Navidad no es solo una época del año, sino una actitud que siempre debe prevalecer en nuestros corazones.