El Dragón y el Niño Explorador

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El Dragón y el Niño Explorador
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El Dragón y el Niño Explorador. Había una vez un niño llamado Lucas que era apasionado por los dragones. Él siempre había soñado con ver uno de cerca, pero nunca había tenido la suerte de encontrarse con uno. Lucas lo buscaba en todas partes, en los libros, en las películas, en el cielo estrellado de la noche, pero parecía como si los dragones no existieran de verdad.

Un día, mientras Lucas exploraba el bosque, descubrió una cueva escondida en la ladera de una colina. La entrada era angosta y oscura, y Lucas tuvo que contener su miedo para seguir adelante. A medida que bajaba por la cueva, el aire se hacía más denso y fue un desafío respirar. Pero, después de unos metros, Lucas vio un brillo rojo intenso en la oscuridad. Cada paso que daba, el brillo se hacía más y más brillante hasta que se detuvo en seco. Delante de él dormía, en todo su esplendor, un enorme dragón.

Lucas quedó atónito ante la vista del animal mítico. Las escamas del dragón eran de un tono dorado y tenían una luz tenue que se reflejaba en toda la cueva. Su aliento era cálido y levemente aromático. Lucas se acercó despacio y tocó la escama más cercana. Al sentir el calor de la piel del dragón, su corazón latió muy rápido.

La bestia resopló levemente, pero no se despidió del mundo de los sueños. Lucas se animó y se subió en su lomo, acariciando con sumo cuidado las escamas doradas. La diferencia de tamaño era impresionante entre el dragón y Lucas, pero el niño no tenía miedo, sino todo lo contrario: estaba emocionado y feliz de que su sueño no solo existiera, sino que lo salvara del tedio de su vida cotidiana.

Lucas y el dragón estuvieron juntos todo el día. El dragón era amigable y simpático, quizás un poco asustado por haber sido despertado por un niño. Juntos, crearon una verdadera amistad que nació de la admiración y el respeto mutuo. Lucas se sentía orgulloso de haber conocido al dragón y pasó horas con él, tratando de entender cómo era posible que los dragones estuvieran extintos para el mundo moderno.

Cuando llegó la noche, Lucas se dio cuenta de que tenía que volver a su hogar. Se despidió del dragón, agradeciéndole por haberle regalado un día maravilloso y diciéndole que volvería pronto. El dragón respondió con una sonrisa y un gesto de despedida.

A partir de ese día, Lucas visitó al dragón con frecuencia. No solo era su amigo, sino que también se había convertido en un mentor en el arte de la vida y la sabiduría del mundo. Sus conversaciones se extendieron a temas profundos y complejos, y Lucas aprendió mucho de la sabiduría del dragón.

Sin embargo, un día, Lucas llegó a la cueva y el dragón había desaparecido. No había rastro de su presencia, ni huellas ni rastros. Lucas estaba triste y preocupado. Se sintió como si hubiera perdido a su amigo más preciado.

A partir de ese momento, Lucas comenzó a buscar desesperadamente contra todo el bosque. Recorrió cada rincón, miró en cada cueva, pero no encontró ninguna pista del dragón. Se preguntó si algún cazador había dado con su amigo y lo había matado por su joya dorada.

Un día, mientras Lucas estaba preocupado por no haber hallado al dragón después de su búsqueda, escuchó un lejano rugido. No se trataba de un sonido normal de cualquier acto, era un rugido distinto, uno que zumbaba dentro de su corazón. El preguntó a todo el mundo de la aldea, pero nadie había escuchado ese extraño sonido. Así que en una mañana de domingo decidió ir al bosque a investigar.

Camino al bosque iba pensando en qué debería hacer si encontraba al dragón. ¿Lo dejaría solo en su Amada cueva escondida, o ayudaría a protegerlo de los cazadores furtivos? Él tenía un plan clarísimo de lo que debía hacer.

Cuando llegó a la entrada de la cueva, vio que la luz roja se había apagado. Desconcertado, Lucas avanzó hacia el interior de la cueva esperando encontrar a su amigo. Pero en su lugar lo que encontró fue una enorme perla nacarada. La perla crepitaba lentamente y de ella emanaba una extraña vibración. Lucas la tomó y rápidamente se dirigió de regreso a su aldea.

Encontró al alcalde del pueblo y lo mostró la perla. Pero él alcalde no tenía ningún conocimiento sobre la piedra. Todos en el pueblo estuvieron asombrados por el color dorado y la energía que emitía. Era un objeto desconocido para ellos.

Desde entonces, la perla estuvo vigente en la aldea y regalaba a quienes la usaban, energía y buena fortuna. La gente consideraba que era un regalo del dragón, Lucas sabía que nadie sabía era la verdadera historia detrás de la perla, pero sí sabía que su dragón estaba vivo y feliz en algún lugar cercano del bosque. Él guardaba el secreto y sabía que el dragón siempre estaría allí para él. Lucas nunca olvidó las lecciones del dragón, sobre todo la importancia de respetar y cuidar de la naturaleza. Desde aquel día se convirtió en el guardián del bosque, procurándolo y respetándolo en la medida de lo posible, para que la naturaleza agradecida les entregara siempre buenos frutos y en ella, replicara la magia de su amigo dragón.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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