El Dragón y el Pájaro Cantor

Tiempo de lectura: 5 minutos

El Dragón y el Pájaro Cantor
¿PREFIERES UN AUDIOCUENTO?

Si prefieres, puedes escuchar el cuento mientras haces otras tareas

El Dragón y el Pájaro Cantor. Había una vez un Dragón muy poderoso que habitaba en lo alto de una montaña. Viviendo en un castillo hecho de piedra y fuego, el Dragón aterrorizaba a los habitantes de los pueblos cercanos. Pues se decía que devoraba a los viajeros desafortunados que se acercaban demasiado a su terreno.

El Dragón era un ser solitario, que se encontraba muy triste con su soledad, pero no podía remediarlo. La gente tenía tanto miedo de él que ni siquiera se atrevían a acercarse al pie de su castillo. Nunca habían intentado conocer al Dragón, ni siquiera habían intentado hablarle.

Una noche, mientras la luna brillaba en lo alto del cielo, un joven aventurero llamado Luis decidió hacer algo que nadie había intentado antes. Desafiaría al Dragón y se acercaría a su castillo. Luis era un joven valiente, pero también era un poco insensato. No podía soportar la idea de que alguien tan poderoso viviera solo y triste en lo alto de la montaña.

Así que, sin pensarlo dos veces, se puso en marcha y comenzó su peligroso camino hacia el castillo del Dragón. El viaje fue largo y agotador, pero Luis no se detuvo en ningún momento. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras se acercaba al castillo, esperando lo peor.

Finalmente, llegó al pie del castillo, donde el Dragón le estaba esperando. Luis quedó impactado al ver al Dragón de cerca. Era enorme, con escamas doradas que brillaban en la luz de la luna. Pero lo que más le sorprendió, fue que el Dragón no hizo ningún movimiento amenazante. Sólo se quedó allí, alzado en lo alto del castillo, mirando a Luis con sus grandes ojos verdes.

Luis retrocedió un poco, temiendo lo peor. Pero entonces, el Dragón habló con una voz suave y melancólica.

-¿Por qué has venido aquí, joven aventurero? ¿No temes por tu vida?

Luis decidió que no había nada qué perder, por lo que se acercó un poco más al Dragón, esperando no haber tomado la decisión equivocada.

-Dragón, soy Luis. He venido aquí para hablar contigo.

El Dragón pareció sorprendido por la petición de Luis, pero no se movió de su posición.

-Hablar conmigo, joven aventurero. ¿Por qué? ¿Qué podría interesarte de mí?

-He oído muchas historias sobre ti, Dragón. Historias sobre cómo asustas a la gente y devoras a todo aquel que se te acerca. Pero yo no te temo. Y creo que deberías tener la oportunidad de que otra gente te conozca, para que no tengas que estar aquí solo para siempre.

El Dragón se quedó en silencio durante un largo rato, mirando a Luis con atención. Finalmente, habló de nuevo.

-Eres un joven valiente. No sé si confiar en ti, pero… ¿por qué no me propones un trato? Si logras traerme algo que haya sido hecho por las manos de un humano, te prometo que no te haré daño. Y también prometo que te escucharé hablar.

Luis asintió con entusiasmo.

-¡Está hecho! ¡Voy a conseguir lo que me has pedido!

El Dragón se volvió a acostar en su posición inicial y Luis comenzó su descenso de la montaña. Sabía que tenía mucho trabajo por delante, pero estaba decidido a hacerlo.

Después de varios días de caminata y busca, Luis logró encontrar una artesanía hecha por manos de humanos. Era una estatua de madera tallada a mano, que representaba a un pueblo cercano a la montaña. Luis no podía esperar para mostrársela al Dragón.

Cuando regresó al castillo, Luis mostró la estatua al Dragón. El Dragón pareció impresionado por el trabajo que habían realizado los humanos. Cumpliendo su promesa, no hizo daño a Luis, y juntos contemplaron la estatua.

Con el tiempo, otros viajeros comenzaron a hacer lo mismo que hizo Luis. Al igual que él, querían conocer al Dragón y ver que no era un ser tan malvado como todo mundo decía.

El Dragón se sentía cada vez más acompañado, ya no era tan solitario y triste como antes. Había encontrado un amigo en Luis, y a partir de ahí, otros habían seguido su ejemplo. Y así, el Dragón empezó a conocer a la gente, y empezó a disfrutar de un amor y una gran amistad que nunca antes había conocido.

Después de muchos años, el Dragón murió, pero la gente no lo recordaba como un ser maligno, sino como una criatura magnífica y amable. El pueblo construyó un gran mausoleo en su honor en la cumbre de la montaña, donde el Dragón yacía en paz por toda la eternidad. Y la gente contaría historias sobre su amistad con el Dragón por muchas décadas después, recordándolo como el amigo que siempre quisieron tener.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Dragón y el Pájaro Cantor
¿Te ha gustado «El Dragón y el Pájaro Cantor»?
¡Compártelo con tus amigos!
Facebook
Twitter
Pinterest
WhatsApp
Email
Imprimir