El Dragón y la Isla de las Aventuras

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El Dragón y la Isla de las Aventuras
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El Dragón y la Isla de las Aventuras. Había una vez un poderoso dragón llamado Draco que habitaba en una cueva en lo alto de una montaña. Era un dragón solitario y no tenía muchos amigos porque la gente le temía por ser un ser mágico y peligroso. Su vida era muy aburrida y monótona. Pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo o echado al sol en la entrada de su cueva.

Un día, mientras paseaba por su territorio, Draco vio a un grupo de niños que jugaban cerca de la falda de la montaña. Al principio, el dragón sintió miedo y tensión, temiendo que los niños lo atacaran. Pero ellos se veían tan pequeños e inofensivos que decidió acercarse para ver qué hacían.

Los niños se asustaron cuando el dragón se acercó, pero pronto se dieron cuenta de que Draco no quería hacerles daño. Empezaron a curiosear y a preguntarle cosas sobre él. ¿Cómo era ser un dragón? ¿Qué comía? ¿Cómo era su cueva por dentro?

Draco se sintió extrañamente cómodo con los niños. Nadie se había atrevido a hablarle así antes. Los niños eran curiosos y simpáticos, y pronto establecieron una amistad. Todos los días, después de hacer sus tareas, venían a visitar al dragón y le contaban historias y aventuras.

Draco se sintió más vivo que nunca, y de repente su vida solitaria dejó de ser aburrida. Los niños eran su razón para levantarse cada mañana y eran lo último que veía antes de dormirse cada noche. Se divertían muchísimo juntos, jugando y riendo.

Pero no todo fue diversión y juegos. El dragón aún tenía que seguir cazando para mantenerse vivo. Era un gran cazador, pero no le gustaba matar. No podía evitar sentir una conexión con todas las criaturas que habitaban en su territorio. ¿Cómo podría él ser diferente a las demás criaturas del bosque y las montañas? Así que decidió dejar de cazar y se convirtió en un dragón vegetariano.

Los niños lo admiraban por su decisión y Draco se sentía orgulloso de sí mismo. Había encontrado una nueva forma de vivir que lo hacía feliz y en paz. Descubrió que había una gran satisfacción en vivir en armonía con los demás seres, y se sentía agradecido por cada día que sus amigos venían a visitarlo.

Pero su felicidad no duró para siempre. Un día, un grupo de cazadores se acercó a la montaña. Draco los observó de lejos, preocupado. Sabía que los cazadores habían venido a matarlo porque era un ser peligroso y mágico. Intentó esconderse, pero los cazadores pronto lo encontraron.

Los niños habían estado observando todo desde lo alto de la montaña. Se dieron cuenta de que su amigo Draco estaba en peligro y decidieron actuar. Arriesgando sus propias vidas, bajaron por la montaña para salvar al dragón.

Por un momento, pareció que todo estaba perdido. Los cazadores eran muchos y estaban armados, mientras que los niños no tenían más que piedras para defenderse. Pero Draco se había dado cuenta de que los niños eran su familia y su clan, más allá de los lazos de sangre. Decidió luchar junto a ellos y hacer lo que fuera necesario para protegerlos.

En medio de una gran batalla, los niños lucharon valientemente junto a Draco. Algunos de ellos resultaron heridos, pero nunca dejaron de luchar. Al final, la fuerza de la amistad y el coraje prevaleció, y los cazadores huyeron con el corazón lleno de miedo.

Draco y los niños celebraron su victoria juntos en la cueva del dragón. Habían demostrado que la verdadera fuerza estaba en la perseverancia y la amistad, no en la violencia. El dragón se dio cuenta de que su vida solitaria había sido un error, y que la amistad y el amor son lo que realmente importan.

Desde ese día, Draco permitió que los niños hicieran su hogar en su cueva. Juntos pasaron muchos días felices disfrutando de la vida en la montaña. Aprendieron a vivir en armonía con la naturaleza y a cuidar del bosque y los demás animales que vivían allí. Draco ya no era un dragón solitario, sino que había encontrado la verdadera felicidad en la amistad y el amor por los demás.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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