La Hada del Aire. Érase una vez en un reino lejano, un hada del aire llamada Ariel. Ariel era conocida por su gracia y su habilidad para generar vientos y corrientes de aire. Todos los habitantes del reino admiraban su belleza y su habilidad, pero no todos sabían que había algo que deseaba con todo su corazón: convertirse en un ser humano.
Ariel había oído hablar de la vida humana a través de las historias que le contaban las aves y los insectos. ¿Qué sería tener un cuerpo sólido, sentir el viento en la cara en lugar de a través de las alas? La idea la obsesionaba y no podía evitar sentirse atrapada en su forma de hada.
Una noche, mientras volaba sobre un prado, Ariel escuchó a una pareja de jóvenes humanos hablar sobre su amor. Aunque no podía entender todas las palabras que decían, se dio cuenta de que algo en ellos la llamaba la atención. Como por instinto, se acercó lentamente para escuchar mejor.
La voz del chico era suave y cálida, y la risa de la chica era como el canto de un pájaro. Ariel les observó en silencio, sabiendo que no debería estarse metiendo en la vida de los humanos, pero al mismo tiempo sintiendo una extraña conexión con ellos.
En poco tiempo, Ariel se dio cuenta de que la chica del prado estaba siendo cortejada por otros dos jóvenes humanos. Pero, a pesar de todo, ella parecía tener ojos solo para su enamorado. Al ver esto, Ariel empezó a entender que el amor humano no era algo que ella, como hada, pudiera experimentar. Pero, aun así, decidió que quería aprender más.
Con frecuencia, Ariel regresaba a la pradera para observar a los humanos. Comenzó a entender más sobre sus costumbres, sus deseos y sus sueños, mientras se preguntaba cómo era posible que ella pudiera pasar por alto todo eso en su vida diaria.
Una tarde, mientras hacía un reconocimiento en el bosque, Ariel escuchó a una anciana pregonar que necesitaba un hada de aire para ayudarla con su lavado. Ariel se estremeció al pensarlo pero, al mismo tiempo, decidió que quizás aquel era el momento de que pudiera experimentar por ella misma lo que era ser un ser humano.
A la mañana siguiente, Ariel llegó a la pequeña choza de madera donde la anciana vivía. La mujer la recibió amablemente y le mostró el lugar donde quería que comenzara a trabajar. Ariel, incómoda con aquella tarea, empezó lavando los paños y las sábanas del anciano.
Mientras lavaba la ropa, Ariel se dio cuenta de cuánto tiempo estaba gastando. El agua estaba fría y sus manos empezaban a doler. Pero lo que realmente le preocupaba era qué pasaría si aquellos cuatro paños no estaban perfectamente limpios y planchados. Ariel se había olvidado de que, como hada, no tenía obligaciones mundanas.
Después de horas y horas de esfuerzo, Ariel terminó la tarea. Exhausta, pero satisfecha, miró la larga fila de ropa e hizo una promesa: nunca diría que las tareas y el trabajo de los humanos eran aburridas o irrelevantes. A partir de aquel entonces, se dedicaría a aprender más acerca de las dificultades de la vida humana, a ayudar donde pudiera y, así, convertirse en un ser humano completo.
Desde entonces, Ariel hizo todo lo que estaba en su poder para ayudar a los humanos en sus tareas cotidianas. Ayudaba a madres embarazadas, transportaba suministros, recogía los cultivos y salvaba a los animales en peligro. A través de todas esas experiencias, aprendió mucho sobre la vida humana y, en el proceso, se convirtió en una hada diferente.
Su casa se llenó de regalos de la gente del pueblo que, ahora, la amaba y la respetaba. Y, aunque nunca volvió a tener la oportunidad de vivir como ser humano, Ariel había encontrado un camino diferente hacia la felicidad. Uno que la hacía sentir útil, valorada y amada por los demás.
A estas alturas, muy pocos se preocupaban por su belleza o habilidades. Ahora, lo que más valoraban de ella era su compromiso y dedicación por hacer del mundo un lugar mejor. Y Ariel, aunque todavía a veces pensaba en lo que habría sido ser humana, sabía que ya había encontrado su lugar.