La casa de los fantasmas

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La casa de los fantasmas
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La casa de los fantasmas. Érase una vez, en una pequeña aldea, una vieja casa abandonada que todos llamaban “la casa de los fantasmas”. Nadie se atrevía a acercarse a ella, pues se decía que estaba llena de espíritus malignos y que aquellos que osaran entrar nunca volverían.

Sin embargo, un día llegó una familia en busca de un nuevo hogar y como no había más casas disponibles en la aldea, decidieron tomar el riesgo y alquilaron la casa de los fantasmas. Los vecinos se horrorizaron al saber esto y temieron por la seguridad de la familia.

La familia era conformada por un matrimonio y un niño llamado Tomás. Él estaba emocionado por la idea de vivir en una casa llena de fantasmas. Cuando llegaron, se dieron cuenta que la casa no era tan tenebrosa como habían imaginado. De hecho, era un lugar muy acogedor.

Después de algunos días, Tomás comenzó a escuchar sonidos extraños por la noche y pensó que eran los fantasmas que todo el mundo mencionaba. Sin embargo, un día decidió investigar por sí mismo y descubrió que no había nada más que los vientos del norte que soplaban fuerte en la puerta de la casa.

Entonces, una noche, antes de dormir, Tomás decidió dejar una carta afuera de la puerta. La carta decía “Estimados espíritus, mis padres y yo deseamos vivir en armonía con ustedes. Esperamos que puedan aceptarnos y ser nuestros amigos”. La carta no fue tocada por un tiempo, pero una mañana, la familia encontró otra debajo de la puerta. Decía: “Queremos conocerte, ven al jardín a medianoche”.

Tomás estaba emocionado, pero también un poco nervioso, así que le pidió a su papá que lo acompañara. Al llegar al jardín a las doce de la noche, encontraron que la mesa estaba dispuesta en el medio del jardín y había un plato para cada miembro de la familia. Justo en ese momento, vieron que las sillas alrededor de la mesa se movían solas.

La familia estaba sorprendida, pero decidida a no mostrar miedo. Tomás estaba un poco asustado, pero estaba fascinado por estas apariciones paranormales. Entonces, un plato de comida apareció frente a cada uno de ellos, como por arte de magia. La comida era deliciosa, la mejor que habían probado en mucho tiempo.

Mientras cenaban, pudieron conversar con los fantasmas que cubrían las sillas. Descubrieron que eran espíritus amistosos que habían vivido allí en otra época y que no querían hacer daño a nadie. Solo querían ser aceptados y tener amigos.

La familia compartió sus historias y pensamientos con los espíritus y juntos hablaron de muchas cosas interesantes. A medida que la noche avanzaba, los espíritus comenzaron a desvanecerse lentamente hasta que desaparecieron completamente con los primeros rayos del sol.

La familia se sintió muy afortunada de haber encontrado algo tan maravilloso en su hogar y decidieron preparar comida para los fantasmas todas las noches. De esta manera, entablaron una verdadera amistad con ellos y se convirtieron en una familia aún más feliz.

La casa de los fantasmas ya no estaba abandonada, sino que era un lugar lleno de vida y amigos. Los vecinos dejaron de tener miedo y comenzaron a visitar la casa con la intención de conocer a los espíritus.

Con el paso del tiempo, la casa de los fantasmas se convirtió en un lugar muy popular en la aldea y la familia se volvió muy querida por todos. Era común ver a los espíritus mover objetos o encender velas durante todo el día. La gente admiraba la amistad entre ellos y la familia y todos deseaban tener una casa como aquella.

Y así, la casa de los fantasmas se volvió famosa en toda la aldea como un ejemplo de convivencia y amistad entre todos. Lo que alguna vez fue una casa lúgubre y abandonada, ahora era un lugar lleno de vida. Y todo gracias a la amistad entre los seres vivos y los espíritus.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La casa de los fantasmas
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