La casa de los monstruos nocturnos. Érase una vez en la Casa de los Monstruos Nocturnos, un lugar único en el que vivían todas las criaturas fantásticas que solo pueden ser vistas cuando la Luna se alza en el cielo y las estrellas brillan con todo su esplendor.
La Casa de los Monstruos Nocturnos era un lugar mágico, en el que vivían seres tan increíbles como los duendes, los elfos, las hadas, los unicornios y los dragones. Y aunque muchas personas creían que eran seres malvados y temibles, lo cierto es que no había nada más lejos de la verdad.
De hecho, en la Casa de los Monstruos Nocturnos, todos vivían en armonía, compartiendo momentos mágicos e inolvidables. Pero esto solo lo sabían aquellos que se atrevían a cruzar el umbral de esta casa para vivir junto a todos estos seres fantásticos.
Solo una niña llamada Laura sabía de la existencia de la Casa de los Monstruos Nocturnos. Todas las noches, se escapaba de su habitación para reunirse con ellos y vivir aventuras extraordinarias.
Un día cuando un fuerte viento soplaba, Laura decidió que quería explorar un poco más allá de la casa y decidió salir a la calle para descubrir qué había más allá del encantado lugar que había descubierto. Caminó durante un rato hasta encontrar un lugar muy extraño. Parecía un bosque encantado, lleno de árboles altísimos y plantas que parecían cobrar vida propia.
Justo cuando Laura comenzó a caminar por el jardín interior del bosque, una criatura extraña y enigmática se presentó ante ella. Era un gato gigante con la mirada amarilla, y aunque se veía un poco tímido, parecía tener ganas de jugar y divertirse.
Laura intentó hablar con él, pero el gato solo maulló y comenzó a correr por todas partes. Era un animal curioso y juguetón, como los gatos comunes que se tienen en casa. Y a partir de ese momento, los dos se convirtieron en amigos inseparables.
Laura no tardó en darse cuenta de que dentro del bosque encantado había muchas más sorpresas esperándola. Había hadas que custodiaban los árboles, unicornios que trotaban dejando huellas brillantes en el suelo y hasta un dragón bebé que se acercó a ella para recibir una caricia.
Fue una noche verdaderamente mágica, llena de aventuras y sorpresas. Y aunque Laura sabía que pronto tendría que volver, ella decidió aprovechar al máximo todos los minutos que tenía para disfrutar al máximo junto a sus amigos.
Después de soñar maravillosos cuentos de hadas junto a los habitantes de la Casa de los Monstruos Nocturnos, Laura regresó a su habitación en casa. Tenía una sonrisa enorme en su rostro, ya que se había dado cuenta de que la magia y la belleza estaban en todas partes, incluso en los lugares más inesperados.
Y aunque muchos adultos dirán que ella solo estaba soñando, Laura sabía que la Casa de los Monstruos Nocturnos era real, un lugar en el que la amistad y la lealtad eran más valiosas que todo el oro y los tesoros del mundo.
Y cada noche después, cuando la Luna se alzaba en el cielo y las estrellas brillaban, Laura volvía a visitar a sus amigos en la Casa de los Monstruos Nocturnos, más feliz que nunca por saber que ella era la única persona en el mundo que conocía el verdadero valor de la amistad genuina, el valor de la aventura y el valor de la imaginación.