La casa del laberinto de la desesperación. Érase una vez, en un bosque encantado, una casa misteriosa con un laberinto en su jardín. Nadie sabía quién vivía allí ni qué había en el laberinto, pero todos los habitantes del bosque hablaban de ella con temor y misterio.
Un día, dos curiosos amigos, Tim y Sofía, decidieron aventurarse en el laberinto de la casa. Desafiando el miedo de no encontrar la salida, entraron por la puerta principal y comenzaron a caminar por los senderos que se entrecruzaban en todas las direcciones.
El sol de la tarde se oscureció repentinamente y los amigos se dieron cuenta de que estaban perdidos en el laberinto. La noche se acercaba y comenzaron a sentirse preocupados y desesperados.
Cada vez que intentaban buscar la salida, daban vueltas en círculos, perdidos entre las sombras de los árboles y las enredaderas que cubrían los senderos. Parecía que el laberinto se reía de ellos, que no había una salida, y que estaban atrapados para siempre.
Sin embargo, cuando todo parecía perdido, vieron una luz tenue en la distancia. Se acercaron corriendo y encontraron, en una pequeña casita, a una anciana amable y simpática, que los recibió con una sonrisa.
La anciana, que se llamaba Abuela, les ofreció hospitalidad y les preguntó el motivo de su visita. Los amigos le contaron todo acerca de su aventura en el laberinto y la abuela, con una sonrisa cálida, les explicó que ese laberinto era un lugar mágico, un juego que el dueño de la casa había creado para entretenerse.
Pero, para salir del laberinto, debían seguir las reglas del juego. El juego consistía en llegar al centro del laberinto, donde estaba la casa del dueño, y encontrar tres llaves de colores. Cada llave abría una puerta de salida y los amigos debían elegir la correcta para salir del laberinto.
Tim y Sofía, emocionados con la aventura, comenzaron su búsqueda en el centro del laberinto. A medida que encontraban las llaves de colores, se encontraban ante nuevas dificultades, como agujeros en el suelo, agua y muros invisibles.
Pero la abuela les ayudaba en cada paso, dándoles consejos y enseñándoles trucos para avanzar. Los amigos aprendieron que la confianza y la unión era crucial en su aventura en el laberinto.
Después de unas horas de búsqueda y esfuerzo, Tim y Sofía lograron encontrar las tres llaves de colores y, con la ayuda de la abuela, eligieron correctamente la puerta de salida. Con una gran sensación de victoria, salieron del laberinto de la casa misteriosa.
Cuando volvieron a la casa de la abuela, ella les dio una gran cena, con una sopa de verduras y un pastel de manzana de postre, que había preparado con amor para celebrar su éxito en el laberinto.
Los amigos se despidieron de la abuela, tras una noche de aventura y aprendizaje. Volvieron a su hogar con un gran recuerdo de su experiencia en la casa del laberinto y la certeza de que, trabajando juntos y siguiendo siempre adelante, se pueden superar todas las dificultades.
Desde entonces, en el bosque encantado, hablan todavía de la casa del laberinto, pero con una sonrisa más brillante. La historia de Tim y Sofía se convirtió en una leyenda para los niños de la aldea, y muchos de ellos quisieron seguir sus pasos y aventurarse en el magico mundo del laberinto.