La casa del laberinto del mal

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La casa del laberinto del mal
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La casa del laberinto del mal. Érase una vez en medio de un bosque, una casa muy extraña donde vivía un anciano llamado el «Laberinto del Mal». Los habitantes del pueblo cercano decían que la casa tenía un hechizo, que nadie se atrevía a entrar por miedo a no poder salir nunca más.

Un día, un grupo de niños decidió aventurarse a conocer la leyenda del «Laberinto del Mal». Eran unos chicos curiosos y valientes que querían demostrar que el rumor de la casa embrujada no era cierto.

Al llegar a la casa, un frío muy extraño los invadió. Miraron hacia los cuervos en la ventana, y un grito los hizo temblar. Pero aun así, decidieron entrar.

La casa estaba llena de laberintos, con escaleras sin sentido, puertas que llevaban a nada, y pisos sin fin. Los niños caminaron escuchando los ruidos extraños que hacía la casa, hasta que de pronto, se encontraron en un lugar muy extraño, donde la luz pálida iluminaba una pared negra.

Al acercase, leyeron una inscripción que decía: «Aquí solo el valor y la bondad podrán borrar el mal». Los niños se miraron con una sonrisa, sabiendo que eran niños buenos y valientes, pero sin saber cómo borrar el mal.

De repente, se escuchó un ruido en la pared detrás de ellos. Todos se asustaron, pero uno de los niños valientes decidió investigar. Al tapar su nariz y vencer el miedo, atravesó la pared y descubrió una sala muy iluminada.

Allí, encontraron tres cajas cerradas con candado, y cada una de ellas con una inscripción diferente. La primera decía «Valentía», la segunda decía «Bondad», y la tercera decía «Astucia».

Los chicos, emocionados, deciden empezar con la caja de la Valentía. Abren el candado, y encuentran una espada. Al cogerla, el chico más valiente de ellos se siente más fuerte y más seguro.

Juntos, los niños continuaron en su camino, confiando en el valor de su amigo y en la buena causa de su aventura. De pronto, se encontraron con una llave humeante en una sala llamada «Salón del Fuego traidor».

Los chicos se miraron con temor, recordando todas las historias de miedo sobre la casa, pero nuestro amigo valiente sorprendió a los demás diciendo: «Si somos valientes, podemos superar cualquier obstáculo». Con la espada en su mano, y la llave en la otra, avanzaron decididos a enfrentarse a lo desconocido.

Con la llave en su poder, encontraron una nueva inscripción que decía: «La astucia es la llave que abrirá todas las puertas». Y así, con su nueva llave, lograron abrir todas las puertas que les impedían avanzar, y alcanzaron la caja llamada «Bondad».

Al abrirla, encontraron una sonrisa. Era algo que nunca habían visto antes, pero sabían que era importante. Una sonrisa puede iluminar el camino más oscuro, alegrar un día triste y dar esperanza donde parece que no hay nada.

Con su nueva arma para enfrentarse a los obstáculos, siguieron adelante y encontraron la caja llamada «Astucia». Al abrirla, encontraron un espejo muy especial. Este espejo los invitaba a verse a sí mismos y reflejar la astucia que ya tenían en sus mentes.

Con cada instrumento que obtuvieron, los niños descubrieron que eran más valientes, más buenos y más astutos de lo que habían imaginado. Con todo el poder de estas cajas, pudieron borrar el mal de la casa y encontrar su camino de regreso.

Entonces, los chicos valientes marcharon orgullosos por el bosque, sabiendo que habían cambiado su destino. Nunca más volverían a tener miedo, porque la astucia, la valentía y la bondad estaban en su interior, para vencer cualquier obstáculo del laberinto del mal.

Y así, con una gran sonrisa, la aventura de nuestros chicos valientes llegó a su fin, pero no sin antes agradecer al laberinto del mal, que les enseñó que solo con valentía, bondad y astucia, podrían lograr sus sueños, y que la casa del laberinto del mal, no era nada más que una mera leyenda.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La casa del laberinto del mal
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