La casa del bosque de los seres malignos. Érase una vez en un bosque muy frondoso vivían muchos seres mágicos. Desde hadas hasta duendes y desde unicornios hasta dragones, todos ellos convivían en armonía y paz. Sin embargo, había un rincón del bosque en el que nadie quería aventurarse: La casa del bosque de los seres malignos.
Esa casa se ubicaba en lo profundo del bosque, y no se podía ver desde la superficie. Algunos duendes y hadas decían que la casa estaba maldita y que por eso todos los seres malignos la habitaban. Sin embargo, un día llegó al bosque una pequeña exploradora llamada Ana.
Ana era una niña muy audaz y aventurera, y no le tenía miedo a nada. Con su mochila llena de herramientas y su espíritu lleno de valentía, decidió aventurarse a explorar la casa del bosque de los seres malignos.
Después de caminar por mucho tiempo entre los árboles y arbustos, Ana llegó a la entrada de la casa. La puerta estaba cerrada, pero ella tenía una llave mágica que podía abrir cualquier puerta en el bosque. Con mucha precaución, giró la llave en la cerradura y abrió la puerta.
Para su sorpresa, adentro no había ningún ser maligno. En su lugar, encontró una habitación vacía, con un gran cofre en el medio. Ana abrió el cofre y encontró un mapa muy extraño. El mapa mostraba una ruta hacia una cueva que estaba en las profundidades del bosque.
Ana decidió que no podía dejar el bosque sin haber encontrado la cueva que aparecía en el mapa. Armada con su mochila y su valentía, decidió seguir el camino del mapa.
La cueva estaba muy lejos de la casa del bosque de los seres malignos, y Ana necesitó varios días para encontrarla. Cuando finalmente llegó, descubrió que adentro había otra puerta cerrada con un candado muy grande.
Torció la llave del mapa que había encontrado en la casa de los seres malignos y abrió con cautela la puerta, la luz brillaba en la entrada pero Ana no veía cómo llegar a ella. Decidió buscar un camino, y ahí fue cuando la vio.
Una criatura extraña, con piel verde y ojos oscuros, se movía al otro lado de la sala. Sus manos afiladas y garras brillaban bajo la luz tenue. Ana retrocedió, sabía que esa criatura no sería amigable, ¡pero no se echaría atrás!
Hizo marcha atrás y cuando alcanzó la puerta, vio que su brillo era cada vez más débil. Dio un paso hacia ella y con un rayo de luz que la envolvió, se encontró dentro de la cueva, pero esta vez vio un camino que la llevaría a la luz.
Conforme avanzaba, Ana se encontraba con nuevas criaturas que no conocía, pero la mayoría eran amigables. De repente, vio una gran jaula en el suelo, y adentro encontró a un pequeño unicornio atrapado.
Ana sabía que tenía que librar al unicornio, ¡y así lo hizo! Al tocar la puerta de la jaula, esta se abrió sola y el unicornio salió corriendo. Ana notó que su brillo y su luz eran más brillantes y más claros que cualquier otro ser del bosque.
Finalmente, Ana llegó a una sala muy grande, iluminada por el sol. Allí encontró a todas las criaturas mágicas del bosque reunidas, tomando un descanso. Entre ellas, Ana notó la presencia del pequeño unicornio al que había liberado. Él la saludó y galopó hacia ella con gran entusiasmo, los demás lo imitaron.
En ese momento, una voz resonó en la caverna.
– ¡Bienvenida, niña valiente!, dijo una voz. – Has pasado la prueba de los seres malignos del bosque, ¡y te has convertido en una princesa del bosque! Desde ahora, todos te seguirán a donde sea y te ayudarán en todas tus aventuras.
Ana estaba maravillada con lo que había logrado, y con la gran aventura que acababa de vivir. Con su nueva habilidad, regresó al bosque y se convirtió en la exploradora más aventurera de la región.
Desde entonces, Ana recorría el bosque en busca de nuevas aventuras y de nuevos amigos que la acompañaran en su camino. Y la casa del bosque de los seres malignos ya no era un lugar prohibido, sino un sitio lleno de aventuras esperando ser descubiertas. Fin.