El dulce o truco de Halloween. Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Dulcetown, todos los niños esperaban ansiosos la noche de Halloween. ¡Por fin iba a llegar esa época del año en la que era posible salir a pedir dulces a las casas!
La calle principal se llenaba de niños disfrazados y risas felices, pero nadie superaba a la pequeña Luna. Luna era una niña muy especial; tenía el pelo naranja largo y rizado, y una sonrisa tan amplia que siempre iluminaba toda la calle. Todos sabían que cuando Luna llegaba, la fiesta empezaba. Pero lo que pocos sabían es que ella tenía un secreto muy especial.
Antes de salir a pedir dulces, Luna siempre visitaba a su abuelita Aurora. Aurora era una anciana muy peculiar, tenía una gran casa rodeada de flores y plantas, y siempre estaba dispuesta a jugar.
– Abuelita, ¿ya tienes los dulces mágicos para esta noche? – preguntó Luna emocionada.
– Claro que sí, pero primero tendrás que ganártelos completando una misión muy especial – respondió su abuela con una sonrisa pícara en la cara.
– ¿Una misión? ¿Qué es lo que tengo que hacer? – preguntó Luna con curiosidad.
– Te lo diré, pero cuando completes la misión – dijo su abuelita sin dar más detalles.
Luna aceptó el reto y corrió hacia la casa de la bruja en busca de la misión. La bruja, una anciana amable y algo despistada, le explicó que había perdido sus llaves mágicas en el bosque. «Si me ayudas a encontrarlas, princesa, te daré una bolsa de dulces mágicos que harán que tu noche sea más divertida».
Luna sonrió y decidió ayudarla. Corrió a buscar a sus amigos y juntos comenzaron a buscar en el bosque. Pasaron horas entre árboles y arbustos hasta que finalmente, encontraron las llaves.
– ¡Lo hicimos! – gritó Luna emocionada, volviendo a casa de su abuela.
La abuela Aurora abrió la puerta y al ver las llaves en la mano de Luna, sonrió y la felicitó por su gran hazaña.
– ¡Muy bien, mi pequeña! Ahora te daré lo que prometí. Toma esta bolsa de dulces mágicos y utilízalos con sabiduría.
– ¡Gracias, abuela! ¿Puedo poner uno en mi bolsa de trucos o dulces? – preguntó Luna.
– Sí, pero sólo uno. Los dulces mágicos son muy poderosos, y no queremos que todo el mundo los tenga. También debes recordar que sólo se pueden usar en caso de emergencia – respondió la abuela mientras Luna tomaba un dulce.
– Claro, lo recordaré – dijo Luna, metiendo el dulce en su bolsa.
Esa noche, Luna recorrió la calle principal rodeada de amigos y risas, pero cuando llegaron a la cabaña del viejo Grant, todo cambió. Grant era un hombre gruñón que siempre cerraba la puerta en la cara de los niños, diciendo que no tenía dulces para nadie. Pero no esperaba encontrar a Luna y a sus amigos.
– ¡Vamos a cantar y a pedir dulces! – gritó Luna.
Sin embargo, el viejo Grant los miró con desprecio y cerró la puerta rápidamente.
– Ese hombre es muy grosero y no nos quiere dar dulces – dijo Luna, algo triste.
Pero sus amigos, no querían darse por vencidos, por lo que decidieron utilizar el dulce mágico que Luna había guardado en su bolsa. Tomaron su mano y, juntos, la pusieron en la cerradura de la puerta y pronunciaron unas palabras mágicas. La puerta se abrió sola, revelando una habitación llena de dulces y caramelos.
– ¡Lo conseguimos! – gritó Luna emocionada.
– Sólo necesitamos un poco de magia – rió su amigo.
Todos tomaron un puñado de dulces y salieron corriendo de la cabaña del viejo Grant, riendo y celebrando su gran victoria.
Desde ese día, la pequeña Luna se convirtió en la protectora del pueblo de Dulcetown en Halloween. Todos los niños acudieron a ella en caso de emergencia, y la pequeña Luna utilizó su dulce mágico para ayudarlos siempre. Volvieron al bosque juntos, en busca de nuevas aventuras y siempre recordaron la importancia de la amistad y la magia.
Desde ese día, el viejo Grant abrió sus puertas, permitiendo que todos los niños entraran y disfrutaran de sus dulces. Se convirtió en el abuelo de todos ellos y nunca más cerró sus puertas a los niños del pueblo.
La noche de Halloween se convirtió en una época de alegría y dulzura, gracias a la pequeña Luna y su bolsa mágica. Y así, todos los años, Luna y sus amigos salieron a pedir dulces, protegidos por la magia y el amor que compartían.
Y así, esta historia termina con una gran sonrisa en el rostro de Luna y todos sus amigos, ofreciéndose ayuda mutua en caso de emergencia, en una noche llena de dulces y trucos.