El lago embrujado de Halloween

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El lago embrujado de Halloween
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El lago embrujado de Halloween. Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, había un lago embrujado. Nadie sabía cómo se había embrujado, pero todos los habitantes del pueblo temían acercarse a él. Se rumoreaba que si alguien se acercaba demasiado al lago durante la noche de Halloween, nunca volvería a ser visto.

Halloween se acercaba y los niños del pueblo estaban muy emocionados por disfrazarse, salir a pedir dulces y contar historias de miedo. Pero entre ellos, había un niño llamado Tomás que no se sentía tan emocionado por Halloween como el resto. Él no creía en fantasmas ni en brujas y no le gustaba asustarse.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Tomás escuchó un murmullo que lo llevó a la orilla del lago embrujado. Allí se encontró con un anciano que pescaba en la orilla. Tomás se acercó a él y el anciano lo miró con tristeza y le dijo: «No deberías estar aquí, niño, especialmente en la noche de Halloween».

Tomás no creía en la maldición del lago y le preguntó al anciano por qué tenía tanto miedo. El anciano le dijo que hace muchos años, una bruja había lanzado un hechizo sobre el lago para impedir que las personas pudieran acercarse a él. Se dice que la bruja aún vaga por el bosque en la noche de Halloween, en busca de nuevas víctimas para su maldición.

Tomás se sintió un poco asustado por la historia, pero no pudo evitar sentir curiosidad por el lago y por la bruja. Decidió volver al lago en la noche de Halloween para ver si lo que decían era cierto.

Esa noche, Tomás se puso su disfraz de pirata y se dirigió hacia el lago. Allí, se encontró con sus amigos disfrazados de vampiros, fantasmas y monstruos. Todos estaban emocionados por la noche de terror.

Mientras caminaban por el bosque, comenzaron a escuchar ruidos extraños. Ramas que crujían, hojas que se movían y algo que se arrastraba. Tomás y sus amigos pensaron que era solo su imaginación.

Pero de repente, vieron una sombra misteriosa y espeluznante que los seguía. La sombra se movía cada vez más cerca y se escuchaban risitas que helaban la sangre. Todos comenzaron a correr hacia el lago para esconderse.

Cuando llegaron al lago, vieron una figura extraña flotando en el agua. Se trataba de la bruja que había embrujado el lago. La bruja se dirigió hacia ellos, riendo y sacudiendo su cabeza mientras decía: «¡Jajajaja, vayanse o se arrepentirán!».

Tomás y sus amigos se asustaron mucho al ver a la bruja y comenzaron a pensar que tal vez el anciano que habían conocido tenía razón. Pero Tomás quería descubrir si la bruja era real o solo un disfraz.

Tomás se acercó a la bruja y le dijo: «Creo que eres solo una persona disfrazada. No eres una bruja de verdad».

La bruja se detuvo y lo miró fijamente. Después de unos momentos, se quitó la máscara y el disfraz y se presentó como una amiga de la madre de Tomás que había venido para divertirse con los niños en Halloween.

Todos los niños se sintieron aliviados al saber que la bruja no era real y comenzaron a reír y a disfrutar de la noche de Halloween. A partir de entonces, ningún niño del pueblo tuvo miedo de acercarse al lago embrujado.

El anciano que pescaba en la orilla del lago se acercó a Tomás y le dijo: «Has descubierto algo muy importante, niño. A veces, las cosas que más miedo nos dan no son más que nuestra propia imaginación».

Tomás comprendió que había aprendido una importante lección esa noche. No importa cuán tenebrosas sean las historias que contamos, siempre hay una explicación detrás de ellas. Con esa nueva sabiduría, Tomás y sus amigos disfrutaron el resto de la noche de Halloween juntos, y el lago embrujado ya no les asustó nunca más.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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