El misterio de la mansión de Halloween. Érase una vez en una pequeña ciudad rodeada de montañas y árboles, donde vivía una niña llamada Sofía. Sofía era una niña valiente y curiosa a la que siempre le gustaba explorar. Una tarde, sus amigos le dijeron que había una casa encantada en la cima de una colina que siempre estaba decorada para Halloween. Dijeron que nadie nunca había estado allí, porque se decía que estaba embrujada.
Sofía siempre había creído que no había nada de qué tener miedo, así que decidió ir al lugar para ver si realmente era encantada. Con una sonrisa en el rostro, se dirigió a la base de la colina. La caminata fue más difícil de lo que esperaba. El camino estaba cubierto de hojas secas, y cada vez que pisaba una, hacía un ruido fuerte que la hacía saltar.
Finalmente, después de una larga caminata, llegó a la cima de la colina. Y ahí estaba, la casa cubierta de decoraciones espeluznantes. Sofía sintió un escalofrió en su espalda. Pero se dijo a sí misma que no había nada que temer, así que se acercó a la puerta principal.
Al tocar la puerta, esta se abrió sola. Sofía entró cautelosamente, mirando a cada lado. La casa estaba en silencio. Pero pronto, escuchó un chirrido que venía desde el segundo piso.
No estaba sola.
Sofía decidió que tenía que encontrar la fuente del ruido. Paso a paso, subió las escaleras de madera hasta llegar al segundo piso, donde encontró una habitación con una caja en el centro. La caja estaba etiquetada con la palabra «MISTERIO».
Sofía se acercó a la caja y la abrió cuidadosamente. Nada salió de la caja, excepto una pequeña carta. La carta decía:
«Bienvenido a mi casa. Esta casa es un lugar de misterio e intriga, pero no hay nada que temer. Hay un gran tesoro escondido en algún lugar de esta casa. El tesoro no es oro ni joyas, sino algo mucho más valioso. Si quieres encontrar el tesoro, deberás resolver los acertijos y seguir las pistas. ¿Estás listo para aceptar el desafío?»
Sofía no tenía dudas. Ella siempre había sido buena en rompecabezas y acertijos, así que conocía a alguien que tenía que solucionarlos: sus amigos. Decidió ir a buscar a sus amigos para darles la noticia y formar un grupo de búsqueda.
Juntos, regresaron a la mansión con el propósito de encontrar el tesoro. Se juntaron para leer la carta juntos y comenzar la búsqueda.
Misteriosamente, la casa no parecía tan espeluznante esta vez, y los acertijos nunca los habían encontrado tan fáciles. A medida que avanzaban por la casa, encontraban pistas que los llevaban hacia habitaciones ocultas y pasadizos secretos.
Ya habían recorrido la casa de arriba abajo, cuando finalmente encontraron el gran tesoro. Encontraron un cofre de madera del tamaño de una mesa pequeña. Al abrirla, vieron que estaba llena de juguetes y dulces.
Fue entonces cuando se dieron cuenta de que el tesoro que habían encontrado era mucho más valioso que cualquier dinero. La mansión embrujada había sido solo un símbolo de Halloween, una diversión para temas de espanto. La amistad que se había formado por el trabajo en equipo y la ayuda mutua era el verdadero tesoro.
Decidieron regresar a casa a repartir los juguetes y dulces entre los niños menores de su barrio que no tuvieron la suerte de adquirir sus propios juguetes. A medida que regresaban, no hablaban de la mansión misteriosa, pero sí de la amistad que habían desarrollado en el camino.
Desde esa noche, las decoraciones y la mansión misma eran más alegres y menos tenebrosas para ellos. Aprendieron que había mucho más que apariencias engañosas en la vida, cosas como la colaboración en equipo y la amistad.
Y ese es el verdadero misterio resuelto.
FIN.