La búsqueda del tesoro de Halloween. Érase una vez, una noche de Halloween en la que un grupo de niños decidió aventurarse en una búsqueda del tesoro. Era una noche fría y oscura, las calles del pueblo estaban decoradas con murciélagos y calabazas iluminadas.
Los niños, cada uno disfrazado de su personaje de terror favorito, se reunieron en la plaza principal del pueblo. Allí, el organizador del evento les entregó un mapa del tesoro junto con pistas para encontrarlo.
La primera pista decía así: «Buscad entre las sombras, en lo más profundo del cementerio». Los niños, emocionados por la búsqueda, corrieron hacia el cementerio del pueblo. Al llegar allí, encontraron una tumba enorme e imponente, donde parecía que algo brillaba en su interior.
Uno de los niños se acercó a la tumba y, al acercar su antorcha, descubrieron que se trataba de una llave dorada. La siguiente pista decía: «La llave os llevará hacia el bosque», así que, sin dudarlo, los niños se dirigieron hacia el bosque.
El bosque estaba lleno de árboles enormes y oscuros, y las ramas de los árboles movidas por el viento hacían un sonido aterrador. Los niños comenzaron a buscar la siguiente pista y, de repente, encontraron una cueva.
Con cuidado se adentraron en la cueva, iluminando la oscuridad con sus antorchas. Al fondo de la cueva, encontraron una caja marrón. Al abrirla, descubrieron que algo brillaba en su interior: se trataba de un collar de esmeraldas.
La siguiente pista decía: «El collar os llevará a la casa encantada». Los niños se dieron cuenta de que la casa encantada estaba al otro lado del bosque, así que se pusieron en marcha.
La casa encantada estaba en ruinas y su fachada estaba cubierta de hiedra. Los niños decidieron entrar a pesar de lo espeluznante que parecía. Al entrar en la casa, encontraron una estantería antigua repleta de libros.
Al examinar los libros, encontraron una hoja suelta, que decía: «El próximo tesoro está bajo tierra». Todos los niños se miraron y se dieron cuenta de que el próximo tesoro debía ser enterrado.
Comenzaron a buscar en el jardín de la casa y, tras un rato, descubrieron un cofre enterrado. Dentro del cofre, encontraron una estatua antigua de un dragón. La siguiente pista decía: «El dragón os llevará al castillo».
Los niños comenzaron a buscar el castillo y, al final, lo encontraron en lo alto de una colina. Al llegar al castillo, encontraron un barril viejo. Al destaparlo, descubrieron un mapa del tesoro final.
El mapa llevó a los niños a una pequeña isla cercana al pueblo. Allí, encontraron una cueva submarina. Al entrar en la cueva, descubrieron un gran cofre lleno de joyas y monedas.
Los niños se emocionaron al ver tanto tesoro juntos, pero entonces escucharon un extraño ruido en la oscuridad. De repente, una figura disfrazada de una bruja salió de entre las sombras y les habló:
– ¡Os habéis llevado mi tesoro! Debéis responderme una pregunta para poder quedaros con él.
– ¡Dispara tu pregunta! -exclamaron los niños.
La bruja les miró fijamente y preguntó:
– ¿Por qué celebramos Halloween?
Los niños, con seguridad, contestaron:
– ¡Celebramos Halloween para recordar a los muertos y festejar con disfraces y dulces!
– Correcto -dijo la bruja, y desapareció en la oscuridad.
Los niños, felices por haber resuelto el acertijo, se llevaron el tesoro y lo dividieron entre todos.
Desde aquella noche, los niños de la búsqueda del tesoro de Halloween recordaron cada año su aventura alrededor del fuego y se rieron recordando con cariño aquella noche de sustos, risas y tesoro. Y de vez en cuando, cuando veían a lo lejos una figura vestida de bruja, no podían sino sonreír.