La bruja buena de Halloween. Érase una vez en un mundo lleno de magia y sorpresas, una bruja muy especial llamada Ágatha. A diferencia de las brujas que se ven en las películas de terror, Ágatha era muy buena y siempre ayudaba a todos los habitantes del bosque encantado en el que vivía.
En la noche de Halloween, la bruja Ágatha estaba muy emocionada porque sabía que muchos niños vendrían a pedirle dulces y disfraces especiales. Ella tenía preparadas muchas cosas para regalarles, desde caramelos hasta sombreros mágicos que hacían que cualquier disfraz se viera espectacular.
De pronto, alguien tocó la puerta de su casa. Era un grupo de niños con trajes de vampiros, brujas y fantasmas, pidiéndole dulces. La bruja Ágatha se alegró mucho al verlos y les regaló a cada uno un caramelo especial que ella misma había preparado con ingredientes mágicos.
Los niños se fueron felices con sus caramelos, pero de repente escucharon unos sonidos extraños que venían del bosque. Eran gritos desesperados y chillidos que les hicieron temblar del miedo. Los niños se acercaron a la bruja Ágatha, pidiéndole que les protegiera.
Ágatha se dio cuenta de que algo malo estaba ocurriendo, así que decidió salir a investigar qué era lo que pasaba. Al caminar por el bosque encantado, encontró a una pobre niña perdida que lloraba desconsolada. La pequeña había ido a pedir dulces con sus amigos, pero de repente se habían perdido en la oscuridad.
La bruja Ágatha comprendió que tenía que ayudar a la niña a encontrar el camino de regreso a casa, pero también sabía que tenía que llevar a los demás chicos con ella para que no estuvieran solos en la noche de Halloween.
Así que, usando su escoba mágica, Ágatha cargó a los niños y a la niña en ella y empezó a volar entre los árboles del bosque. La brisa nocturna les soplaba en la cara, y ellos miraban con asombro todas las luces brillantes que se alzaban sobre el suelo.
De pronto, las luces se apagaron y el bosque se tornó más oscuro que nunca. Ágatha sintió un escalofrío en su espalda y supo que debía ser prudente. Entonces, decidió aterrizar en una pequeña cabaña que había entre los árboles.
Los niños estaban temblando, así que Ágatha buscó entre sus pertenencias algunos mantas y sábanas de colores para que se envolvieran y se sintieran más protegidos. Les contó un cuento mágico sobre un pájaro que viajaba por los cielos y les regaló unos papeles de colores para que hicieran figuras.
Los niños se divirtieron mucho y se olvidaron de lo que había pasado. Pero, de repente, Ágatha escuchó nuevamente los gritos de dolor. Salió de la cabaña y observó todo los árboles oscuros y una figura brillante alejándose.
La bruja Ágatha decidió seguirlos y se metió en el bosque de nuevo, volando sobre su escoba mágica. Finalmente, llegó a una pequeña cueva y vio a un grupo de brujas malvadas y fantasmas tenebrosos, quienes habían secuestrado a la pequeña niña.
Sin pensarlo dos veces, Ágatha usó su magia para liberar a la niña y para hacer que las brujas malvadas y los fantasmas tenebrosos huyeran muy lejos de allí.
Entonces, Ágatha llevó a la pequeña niña y los otros niños de vuelta a casa, a sus padres que estaban muy preocupados por ellos. Los niños estaban felices porque habían pasado una noche mágica gracias a la bruja Ágatha.
Desde ese día, todos los niños del bosque encantado sabían que podían contar con Ágatha, la mejor de las brujas buenas. Y en cada Halloween, ella les regalaba dulces mágicos y les contaba historias fantásticas.
Los habitantes del bosque se sentían seguros sabiendo que Ágatha estaba allí para protegerlos, y ella sabía que siempre tendría amigos a su alrededor. Así es como, la bruja Ágatha mantuvo la paz en el bosque y se convirtió en una leyenda que pasó de generación en generación, de niños a niños, de noche en noche, hasta el final de los tiempos.
