La noche de los monstruos de Halloween. Érase una vez, en una noche de Halloween, que los monstruos del mundo se reunieron para celebrar su gran noche. Los vampiros sacaron sus capas negras y los murciélagos volaron por todos lados. Los zombis tambaleaban como siempre, y los hombres lobo aullaban a la luna llena. Era un gran espectáculo que solo se podía ver una vez al año.
En medio de todo el alboroto, había uno que destacaba más que cualquier otro monstruo: un pequeño monstruo llamado Tito. No era muy grande, ni tan espeluznante como los demás, pero tenía algo que los demás monstruos adoraban: su ingenio y creatividad.
Tito no quería pasarse la noche haciendo las mismas cosas de siempre, así que fue en busca de algo especial para hacer en esa noche. Recorrió todo el lugar, hasta que llegó a una casa grande y antigua. Tenía aspecto de estar vacía, así que decidió ir a echar un vistazo.
Cuando llegó al interior de la casa, descubrió algo terrorífico: había unos niños atrapados en la sala de estar, temblando de miedo. Tito se acercó a ellos y les preguntó cómo habían llegado allí. Los niños explicaron que habían ido a buscar dulces, pero se habían perdido en el camino, y de repente apareció la casa en la oscuridad.
«¡Oh no!» dijo Tito. «¡Qué horrible noche de Halloween están teniendo! Tenemos que hacer algo para ayudarlos».
Tito decidió idear un plan para salvar a los niños y dejarlos sanos y salvos en el camino de vuelta a casa. Llamó a todos los monstruos que pudiera encontrar y les dijo que los niños estaban en peligro, y que necesitaba ayuda para rescatarlos. Aunque algunos monstruos se mostraron dudosos, finalmente se unieron todos para ayudar.
Con el liderazgo de Tito, los monstruos comenzaron a trabajar en equipo. Ellos planearon su plan cuidadosamente. Primero querían descubrir quiénes eran los dueños de la casa, luego encontrar y rescatar a los niños.
Los monstruos salieron al patio de la casa y alrededor de ella, buscando cualquier rastro de alguien que pudiera ayudarlos a encontrar la salida. Buscaron en cada esquina y en cada rincón oscuro, sin encontrar nada. Pero Tito nunca perdió la esperanza.
Finalmente después de mucho buscar, encontraron una escalera que llevaba a la parte de arriba de la mansión. Subieron por la escalera, y una vez arriba, encontraron una puerta cerrada. Tito intentó abrirla, pero estaba bloqueada.
«¡Debemos usar nuestra fuerza monstruosa para abrirla!» dijo Tito. «¡Vamos todos juntos!»
Los monstruos empujaron la puerta con todas sus fuerzas, y pronto se escuchó un estruendo. La puerta se abrió de golpe y encontraron a los niños asustados en una habitación oscura y fría.
Los monstruos trajeron a los niños y los pusieron en un lugar seguro. Ellos se encargaron de darles botellas de refrescos, caramelos y decenas de otros dulces. Los niños estaban contentos y sorprendidos de ser rescatados, y agradecieron a los monstruos por su ayuda.
«¡Gracias, monstruos!» dijeron los niños. «¡Nunca podríamos habernos salvado sin su ayuda!»
Después de un largo rato de compartir dulces y risas, el grupo de monstruos y niños se fueron por separado. Los niños agradecidos les prometieron a los monstruos que nunca los temerían nuevamente e incluso algunos los llamarían amigos.
Tito y los otros monstruos regresaron a la fiesta, cansados pero felices de haber salvado la noche de Halloween para aquellos niños. Aunque no tenían muchos dulces para compartir, Tito y los demás monstruos sabían que habían hecho algo bueno, algo que nunca olvidarían.
Y así, el pequeño monstruo Tito se convirtió en el héroe de esa noche de Halloween. Todos los monstruos se alegraron de haber ayudado a los niños, y durante mucho tiempo recordaron aquella noche en la que hicieron algo verdaderamente especial. Así es como te das cuenta, que lo importante no es ir tras los dulces, la noche de Halloween. Lo importante es ser un verdadero amigable monstruo.