La noche de las brujas buenas de Halloween. Érase una vez, en una noche de Halloween, en la que las brujas volaban por el cielo y los niños iban por las calles disfrazados de vampiros, fantasmas o monstruos.
Pero en este cuento, las brujas no eran malas como todos pensaban, eran brujas buenas que ayudaban a los niños a encontrar dulces y a protegerlos de los verdaderos monstruos que acechaban en la oscuridad.
La noche de Halloween había llegado y la bruja Dulcinea se preparaba para su gran noche. Se miró en su espejo mágico y ajustó su sombrero. Era un sombrero negro con una estrella brillante en la punta. También se puso su vestido aterciopelado violeta y sus botas mágicas plateadas.
Dulcinea era una bruja muy especial. Vivía en el bosque encantado y se había hecho amiga de todas las criaturas que allí habitan. Según ella, Halloween no era solo una noche de miedo y sustos, sino una noche en que todos podían unirse y celebrar juntos.
Así que Dulcinea se asomó por la ventana y comenzó a volar por el bosque. Allí se encontró con su amigo, un zorro mágico llamado Donovan, que también iba a salir en busca de su Halloween favorito. Juntos volaron por el bosque, y al poco rato se encontraron con un grupo de niños disfrazados, asustados por los sonidos que venían de los árboles.
Dulcinea los saludó amablemente y les explicó que ella y Donovan estaban allí para ayudarlos. Los niños se sorprendieron al ver que la bruja les sonreía y no les lanzaba ningún hechizo.
-¡No tengáis miedo! -dijo Dulcinea-. Soy una bruja buena, aquí para ayudaros.
Los niños la miraron con asombro y fuerte aplauso se escuchó.
-Sí, asustad a los verdaderos monstruos de la noche.
Así que Dulcinea sacó su varita mágica y les mostró como alejar a los vampiros, convocar a los fantasmas y hacer que los monstruos retrocedieran para que los niños pudieran seguir adelante.
Con la ayuda de su varita, incluso hizo que algunas gomas de mascar cobraran vida y comenzaron a abrazar a los niños y bailar con ellos.
Los niños estaban encantados por el poder mágico de Dulcinea y le agradecieron por salvarlos de los verdaderos monstruos de la noche. Después de un rato, la bruja y el zorro volvieron a casa y siguieron celebrando Halloween con todos sus amigos del bosque.
Desde ese día, Dulcinea se convirtió en la bruja favorita de todos los niños del bosque encantado y le encantaba ver sus sonrisas en Halloween y como intentaban asustarla. Pero ella sabía que nada les podía pasar estando ella y su magia para protegerlos.
Así que Dulcinea siguió celebrando Halloween año tras año, ayudando a todos los niños a encontrar dulces y protegiéndolos de los verdaderos monstruos de la noche. Y aunque todos la seguían llamando «la bruja» Dulcinea, ella siempre recordó que el mayor poder que poseía era el amor y la protección que sentía por todos los habitantes del bosque.