Las ositas y la exploración del mar. Érase una vez, en un bosque no muy lejos de la playa, vivían dos ositas muy amigas, Salma y Lola. Siempre salían juntas a pasear por el bosque, a recolectar frutas y a jugar. Un día, mientras caminaban cerca de la playa, Salma le preguntó a Lola:
– ¿Nunca te has preguntado cómo será el fondo del mar?
Lola paró en seco y la miró sorprendida. Nunca se había atrevido a pensar en eso. Había nadado en la orilla, pero nunca había ido más allá. Montones de preguntas empezaron a surgir en su cabeza.
– ¿Cómo será el fondo del mar? -preguntó.
– Ni idea, pero ¿por qué no lo descubrimos juntas? -dijo Salma entusiasmada.
Lola tembló un poco, por la falta de confianza que tenía en ella simbolizada en su falta de experiencia. Pero decidió intentarlo. Se volteó hacia su amiga y dijo:
– Claro, vayamos juntas.
Salma y Lola corrieron a la playa, pateando la arena por el camino. Luego de unos minutos de caminata, llegaron al agua. Las olas eran gigantes, y para Lola eso parecía insignificante ante sus fantasías de horrores en lo más profundo del agua.
– ¡No te preocupes, Lola! -La abrazó Salma- Veamos qué podemos encontrar.
Juntas, se adentraron al agua, salpicándose una a la otra con el agua salada que corría de las olas. Nadaron tan rápido y tan lejos como pudieron, hasta que llegaron a un vasto campo de algas marinas. Eso les preocupó un poco, ya que era un lugar oscuro y sin forma aparente.
– ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Lola, con tono preocupado.
Salma se mordió los labios, pensando en una solución. Al cabo de un rato, se acercó a Lola y le dijo:
– Vamos a explorar las algas. Quizás encontremos algo interesante.
Las dos amigas empezaron a nadar lentamente en busca de algún objeto entre el campo de algas. Era una tarea tediosa y lenta, pero no se rendirían. Mientras nadaban, algo parpadeó frente a ellas. Lola nadó más rápido para intentar seguirlo, mientras tiritaba con miedo en su corazón. Salma, por otro lado, se concentró aún más en explorar.
Finalmente, Lola logró seguir el parpadeo y lo tocó. Era una concha blanca y brillante. A su lado, Salma encontró otra concha, pero esta era rosa y un poco más grande.
– ¡Mira que lindas! -exclamó Salma.
Lola sonrió, satisfecha.
Fue entonces cuando, algo inesperado sucedió. Un pulpo gigante salió de la nada, flotando en el agua como si fuera un ovni. De sus tentáculos salían burbujas y, mirando a las dos ositas, empezó a acercarse a ellas. Las dos ositas estaban tan asustadas que empezaron a nadar cada vez más y más rápido.
– ¡Esto es peligroso! -gritó Lola.
– ¡Necesitamos salir de aquí! -dijo Salma.
Pero el pulpo no dejaba de perseguirlas. De repente, sucedió algo que nadie esperaba: el pulpo se transformó en un amigo. Era un ser amigable y ansioso por hacer nuevas amistades.
– Soy Olaf, el pulpo -se presentó el animal-.
Salma y Lola se quedaron sin palabras. Nunca habían conocido a un pulpo amigable como él. Hablaron con él durante un rato largo y descubrieron que su historia era más rica de lo que creían. Había viajado a través de los océanos y había visto muchas criaturas marinas.
– ¿Te gustaría seguir explorando juntos? -preguntó Olaf.
Con una sonrisa en la cara, Salma y Lola aceptaron. Ahora habían encontrado a un compañero para sus aventuras. Esta aventura las hizo sentir más seguras mientras exploraban los tesoros del mar.
Salma y Lola aprendieron mucho durante su exploración del mar. Aprendieron a no tener miedo del mar y de las criaturas que viven en él. Descubrieron que hay muchos lugares increíbles para visitar y mucha belleza en el fondo del mar. Pero lo más importante de todo, aprendieron que siempre hay espacio para un nuevo amigo.