Los ositos y la fruta prohibida. Érase una vez en un bosque muy lejano vivía una familia de ositos muy trabajadores y dedicados. Los ositos se encargaban de cuidar el bosque y de recolectar frutos para el invierno. Pero pronto se dieron cuenta de que un árbol cercano siempre tenía frutos deliciosos y jugosos, pero también notaron que las hojas de ese árbol tenían una etiqueta que decía: «Fruta Prohibida».
Los ositos eran muy curiosos e intrigados por la señal, se preguntaban: «¿Por qué la fruta está prohibida? Se ve tan deliciosa, ¿qué podría ser malo que comamos un poco?»
A pesar de las advertencias, la tentación por probar la fruta prohibida era demasiado fuerte para los ositos. Siempre pasaban por el árbol y lo miraban con deseo, anhelando probar la fruta pero cada vez que lo hacían, la etiqueta los amonestaba.
Un día, Papá Oso decidió que era momento de tener una conversación seria con sus hijos sobre la fruta prohibida. Les explicó que la razón por la cual la fruta estaba prohibida era porque podría hacerles enfermar y no sabían si era segura para su consumo.
Papá Oso les dijo: «Los árboles hablan con el viento y me han contado que esta fruta no es segura para nosotros, por lo que debemos dejarla. Todos tenemos mucha fruta deliciosa que podemos comer y no debemos arriesgar nuestra salud y bienestar por una fruta que alguien ha etiquetado como ‘prohibida’.»
Los ositos escucharon atentamente las palabras de su papá y se sintieron tristes por no poder probar la fruta. Pero entendieron que su papá siempre tenía razón y que su seguridad y felicidad era lo más importante para ellos.
Desde entonces, los ositos continuaron trabajando en el bosque y recolectando frutos para el invierno. A pesar de que pasaban por el árbol de la fruta prohibida, siempre recordaban las sabias palabras de su padre y escogían continuar con su camino.
Un día, mientras los ositos buscaban frutas para el invierno, se encontraron con unos conejos nuevos que se habían mudado al bosque. Los conejos notaron que los ositos siempre evitaban el árbol y les preguntaron: «¿Por qué nunca comen las frutas de ese árbol? ¡Se ven tan deliciosas!»
Los ositos explicaron la historia detrás del árbol y lo que había sucedido con la etiqueta. Los conejos dijeron: «Vamos a comer la fruta. ¡Somos nuevos en el bosque y no sabemos qué etiquetas seguir!»
Al principio, los ositos se resistieron a la idea, pero pronto se dieron cuenta de que no pueden decirle a otros animales lo que deben hacer. Los conejos finalmente se acercaron al árbol, escogieron una fruta y la probaron.
Los ositos vieron lo que sucedió; los conejos comenzaron a sentirse mal y a tener problemas estomacales. Se dieron cuenta de que la etiqueta había sido puesta por una razón y que no debían ignorar las advertencias.
A partir de ese momento, los ositos aprendieron la importancia de escuchar las advertencias y prestar atención a las señales que pueden afectar su salud y bienestar. También entendieron que siempre deben ser considerados y cuidadosos cuando interactúan con otros animales, especialmente si no están familiarizados con el área y los posible peligros.
Desde ese día, los ositos continuaron recolectando frutas y cuidando el bosque sin probar la fruta prohibida. De vez en cuando mirarían el árbol con deseo, pero recordarían la lección que habían aprendido y continuarían con su camino.
Y así, los ositos y los conejos coexistieron en el bosque, el uno respetando al otro y manteniendo la seguridad y el bienestar de todos en su mente. Mientras tanto, el árbol de la fruta prohibida siguió siendo un recordatorio de la importancia de ser cuidadosos y prestar atención a las señales. Los ositos aprendieron que, a veces, una fruta prohibida es mejor dejarla por el bien de todos.