Los osos y la casa embrujada. Érase una vez, en medio del bosque, vivían tres osos muy alegres y bondadosos. Ellos eran Papá Oso, Mamá Osa y el pequeño Oseznito. Tenían un hogar perfecto: una acogedora cabaña hecha de troncos, donde compartían bellos momentos y se protegían de la lluvia y el frío.
Sin embargo, un día, mientras caminaban por el bosque en busca de frutas y bayas, se encontraron con una casa muy tenebrosa, con paredes rotas, ventanas sucias y maleza enredada en todas partes. El pequeño Oseznito, curioso como era, se acercó un poco, pero cuando iba a tocar la puerta, se escuchó un ruido estruendoso y la puerta se abrió sola.
– ¡¡¡Qué miedo!!! -crujió Mamá Osa, con temor en su voz-.
– No deberíamos haber venido aquí, es probable que sea una casa embrujada -agregó Papá Oso, entre angustia y sorpresa.
– Tranquilos, ¡no hay nada que temer! -dijo Oseznito, dispuesto a desafiar lo desconocido-.
Ante la insistencia de Oseznito, los tres osos entraron en la casa, y cuando se miraron entre sí, vieron que todo era misterioso y muy enigmático. Las telarañas y el polvo cubrían cada rincón y había calaveras, murciélagos y ratones por todas partes. Al principio, sintieron algo de miedo y angustia, pero luego se dieron cuenta de que la casa no era embrujada, sino que simplemente habían dejado de cuidarla. Ahí es cuando decidieron hacer algo para devolverle el brillo y la magia que alguna vez tuvo.
Papá Oso abrió las ventanas, Mamá Osa limpió y organizó todo, y Oseznito recogió flores y plantas para alegrar el ambiente. Y así, poco a poco, la casa comenzó a tomar forma. Con paciencia y colaboración, los osos fueron limpiando cada rincón, quitando las malezas que habían crecido en el jardín, arreglando las ventanas y las puertas, instalando cortinas y adornando con coloridos muebles hechos con madera y hojas secas.
Los días pasaron y con cada tarea lograda, la casa se veía más acogedora y agradable, hasta que quedó un hogar hermoso y lleno de vida. Y así, llegó el día en que los osos decidieron invitar a todos los animales del bosque a una gran fiesta de inauguración.
Fueron conejos, ardillas, pajaritos, zorros y muchos otros, que quedaron sorprendidos con la belleza de la casa. Todos disfrutaron una gran tarde en la que compartieron risas, juegos, música y mucha comida, elaborada con las frutas y bayas que habían recolectado juntos en el bosque.
Cuando llegó la noche, los osos invitaron a todos a dormir en la nueva casa. Y así, todos se acurrucaron entre las mantas y los cojines, y se sintieron felices, porque habían construido un nuevo hogar juntos. La casa tenebrosa y embrujada se había convertido en una cabaña maravillosa, un lugar lleno de amor y amistad.
Desde entonces, los osos y todos los animales del bosque cuidaron su hogar y lo mantuvieron siempre ordenado, bello y lleno de vida. Y si alguno se acercaba a la antigua casa embrujada, vería que ahora es un lugar de alegría y felicidad, y escucharía las risas y los cantos de los animales, que, entre juegos y aventuras, habían logrado convertir un lugar oscuro en un hogar lleno de luz.
Y es así como la historia de los osos y la casa embrujada se convirtió en una leyenda en el bosque, en la que se recuerda que la unión, el amor y la paciencia son capaces de transformar el miedo en valentía, la tristeza en alegría y el abandono en hogar.