El conejo que quería volar

Tiempo de lectura: 4 minutos

El conejo que quería volar
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El conejo que quería volar. Érase una vez un pequeño conejo llamado Tito, que vivía en un hermoso bosque lleno de pinos, encinas y flores de todos los colores. Tito era un conejo muy especial, siempre soñaba despierto y tenía una gran ilusión en su corazón: volar.

Sí, Tito quería volar, pero no sabía cómo hacerlo. Miraba con asombro a los pájaros que surcaban el cielo con sus alas, y sentía envidia de su habilidad para volar libremente, sin límites. Pero Tito era un conejo, por mucho que se empeñara, no volaría nunca.

Un día, mientras Tito caminaba por el bosque, se encontró con un búho sabio y anciano que había vivido muchas aventuras y conocía el bosque como la palma de su mano.

El búho le preguntó a Tito qué le ocurría y este, emocionado, le contó todos sus sueños y anhelos. El búho lo escuchó con atención y, al terminar, le dijo:

– Tito, tú eres un conejo y como tal tienes habilidades increíbles. No necesitas volar para ser especial, lo que necesitas es descubrir el gran poder que tienes dentro de ti.

– ¿Poder dentro de mí? -preguntó Tito, sorprendido.

– ¡Sí! -dijo el búho- Todos tenemos un poder especial dentro de nosotros, solo es cuestión de descubrirlo.

Tito se quedó pensando en las palabras del búho y decidió empezar a buscar su poder.

La siguiente noche, mientras dormía, Tito soñó que se transformaba en un conejo gigante que podía volar. Saltaba y volaba por todo el bosque, admirando las flores y los árboles desde las alturas.

Al despertar, Tito decidió poner en práctica lo que había aprendido. Empezó a correr más rápido que nunca, a brincar más alto que nunca, y a hacer todo lo que podía para descubrir su poder interno.

Poco a poco, Tito fue descubriendo su habilidad única: la velocidad. Era el conejo más rápido del bosque. Podía saltar distancias asombrosas en cuestión de segundos, moverse con agilidad entre los árboles y evitar peligros con facilidad.

Tito se sentía feliz de haber encontrado su poder, pero aun así no podía evitar mirar al cielo y sentir una pequeña envidia al ver a los pájaros volar.

– Quiero volar -susurró Tito una tarde mientras miraba el cielo.

De repente, recordó las palabras del búho sabio y decidió que no necesitaba volar para sentirse feliz.

Pasaron los días y Tito se convirtió en el conejo más rápido y ágil del bosque. Todos lo admiraban y querían ser como él. Tito había encontrado su lugar en el mundo, su poder y su felicidad.

Un día, mientras Tito descansaba en un prado, se acercaron unos pájaros amigables que solían visitarlo a menudo. Tito se mostró emocionado y habló con ellos durante horas, admirando su habilidad para volar.

Los pájaros notaron la fascinación de Tito por volar y se ofrecieron a llevarlo a dar un paseo por el bosque. Tito aceptó agradecido y se agarró fuerte a una rama donde los pájaros posaron sus patas. Mientras volaban, Tito cerró los ojos y disfrutó del paisaje a su alrededor, sintiéndose como si estuviera volando también.

Finalmente, los pájaros dejaron a Tito en el suelo y este se despidió de ellos con una sonrisa enorme. Se dio cuenta de que, aunque no podía volar como ellos, había encontrado felicidad en su propio camino, en su propio poder interno.

Desde entonces, Tito siguió saltando y corriendo más rápido que nunca, sintiendo la brisa en su cara y embriagándose de la libertad que le proporcionaba su don especial.

Y así, el pequeño conejo aprendió que no hay nada mejor que ser uno mismo y disfrutar de los dones que la vida nos da, y que cada uno tiene su propio camino para ser feliz.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El conejo que quería volar
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