La conejita y el libro encantado

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La conejita y el libro encantado
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La conejita y el libro encantado. Érase una vez, en un bosque que parecía salido de un cuento de hadas, vivía una pequeña conejita llamada Floppy. Era muy curiosa y aventurera, y le encantaba explorar las maravillas que la naturaleza le ofrecía. Pero un día, mientras paseaba por el bosque, se topó con un libro muy extraño. Tenía la portada de cuero negro y estaba cerrado con candado, pero algo en él la llamaba y no pudo resistirse a acercarse para examinarlo de cerca.

Floppy se agachó y comenzó a estudiar el libro, pero no pudo encontrar ninguna pista sobre qué tipo de libro era. De repente, sus ojos se detuvieron en el propio candado que sostenía las páginas juntas y se dio cuenta de que no parecía muy seguro. Con un impulso repentino, decidió dar un pequeño empujón a la cerradura con su nariz y, para su sorpresa, el pequeño candado se abrió con facilidad.

Cuando Floppy abrió el libro, un resplandor mágico salió de él y envolvió a la pequeña conejita. Por un momento, Floppy se sintió inquieta, pero al girar la página encontró una imagen preciosa de un prado lleno de flores multicolores. Por un instante, se quedó mirando las páginas, y de repente se dio cuenta de que su alrededor había cambiado.

Lo que había sido un oscuro y boscoso rincón del bosque ahora era un lugar lleno de vida, color y alegría. Floppy se dio cuenta rápidamente de que había sido envuelta por la magia del libro encantado, ¡y estaba en un mundo completamente diferente!

La conejita sintió que cada paso que daba estaba lleno de energía y vitalidad, e incluso sus saltos eran más altos y largos de lo habitual. Miró a su alrededor y vio que una hermosa hada estaba esperándola. Era una hermosa hada de cabello rubio, con alas translúcidas de tonos azules y suaves vestidos de oro y diamantes.

– Hola pequeña conejita – dijo la hada con una dulce voz. – Mi nombre es Lucinda, y soy la guardiana del libro encantado que has abierto. ¿Te gustaría explorar un poco este mundo mágico?

– Sí, me encantaría – respondió Floppy emocionada.

Lucinda guió a Floppy a través del prado de flores, mostrándole todas las maravillas que había en ese mundo mágico. Juntos, visitaron hermosos ríos llenos de peces de colores, cascadas altas y cristalinas, y majestuosos árboles gigantes que parecían tocar el cielo.

En un momento dado, Lucinda llevó a Floppy a través de un oscuro túnel de setas, en cuyo interior brillaban cientos de luciérnagas doradas. Cuando finalmente llegaron al otro lado del túnel, la pequeña conejita se sorprendió al ver que habían llegado a lo que parecía ser una ciudad mágica. Todo parecía estar hecho de dulces, caramelos y chocolates de diferentes colores y sabores, y los habitantes de la ciudad parecían estar tan contentos y divertidos como la propia Floppy.

Junto a la ciudad, vieron a un amistoso dragón naranja llamado Diego, que les llevó a su guarida y les mostró sus libros mágicos, que habían sido escritos por diferentes autores de diferentes mundos paralelos.

– ¿Me dejarían visitar otros mundos mágicos? – preguntó Floppy, emocionada.

– Claro que sí – dijo Diego amablemente -, pero necesitarás la ayuda del libro encantado para hacerlo.

Lucinda se acercó a Floppy y le acarició su nariz, diciéndole que no debía preocuparse, pues ella podía regalarle el libro encantado antes de su partida.

Con el libro en la mano, Floppy y Diego abrieron sus páginas y, juntos, saltaron a un mundo nuevo. Se encontraron en un desierto con pirámides que parecían salidas de una película. Conocieron también a un sarcofago mágico cantarín que les hizo bailar todo el día en una fiesta muy animada. Después de la fiesta, continuaron su aventura, explorando muchas otras maravillas de distintos mundos.

Finalmente, Floppy decidió que había visto suficiente e hizo su camino de regreso a casa. De vuelta en el bosque, prometió que seguiría explorando la naturaleza pero, esta vez, un poco más cerca de su hogar. Y así, por el resto de sus días, tuvo aventuras inolvidables, todo gracias al maravilloso libro encantado que le había regalado Lucinda.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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