La Leoncita y el Día del Disfraz en la Escuela. Érase una vez una pequeña leoncita llamada Lea, que estaba muy emocionada por el día del disfraz en su escuela. Había estado esperando este día con ansias, y ya había decidido disfrazarse de princesa para sorprender a todos sus amigos.
La noche anterior al día del disfraz, Lea se acostó temprano para asegurarse de estar lista para su gran día. Se levantó temprano y comenzó a arreglarse, colocándose su vestido de princesa, sus zapatos de cristal y su tiara brillante. Luego se detuvo ante el espejo y se miró con admiración, estaba muy feliz con su disfraz.
Cuando llegó a la escuela, descubrió que muchos de sus amigos también habían elegido disfrazarse de princesa o de superhéroe, pero ella no se preocupó demasiado. Estaba segura de que su disfraz era el más bonito de todos.
Pero a medida que el día avanzaba, Lea empezó a sentirse incómoda con su disfraz. El vestido era demasiado largo para correr y jugar, la tiara se caía cada vez que se agachaba y los zapatos la hacían tropezar en cada paso que daba.
Lea comenzó a sentirse un poco celosa de los disfraces más prácticos de sus amigos. Se preguntaba si había tomado la decisión correcta al elegir un disfraz tan elaborado.
En el momento del recreo, Lea se quitó la tiara y comenzó a jugar con sus amigos. Pero cada vez que intentaba correr, se tropezaba con su vestido. Entonces, decidió deshacerse del vestido y dejar sus zapatos de cristal en la mochila.
De repente, se sintió aliviada. Ahora podía correr y jugar sin preocuparse por su vestido o por caerse por culpa de sus zapatos. Ya no tenía que preocuparse por mantener su disfraz en buen estado y, sobre todo, podía disfrutar del día con sus amigos.
Lea se divirtió mucho en el recreo, jugando y riendo sin preocuparse por su disfraz. No le importaba cómo se veía o lo que otros pensaban de ella. Se dio cuenta de que la diversión era lo más importante.
Finalmente, cuando regresó a su salón, su disfraz de princesa estaba roto y sucio, pero Lea no se molestó. Estaba feliz porque había tenido un divertido día con sus amigos y había aprendido una importante lección.
Aprendió que no hay necesidad de ser siempre el más bonito o el más elegante. A veces, la simplicidad puede ser lo más práctico y funcionar mejor. También aprendió que no importa cómo se vea uno, lo más importante es divertirse y disfrutar del momento.
Ya en casa, Lea le contó a sus padres lo bien que se lo había pasado ese día. Y les dijo que había aprendido que lo más importante no era el disfraz, sino la diversión con sus amigos.
Desde ese día, Lea aprendió a disfrutar de cada momento sin preocuparse por las apariencias. Se dio cuenta de que lo que más importaba era la amistad, la diversión y la felicidad.
Y así, la pequeña leoncita aprendió una importante lección en el día del disfraz en su escuela, siempre recordaría que, aunque un disfraz sea bonito, lo más importante es la diversión en compañía de los amigos.