La historia del perrito abandonado. Érase una vez un pequeño perrito llamado Max que vivía feliz con su dueño en una casa llena de amor y comodidades. Max era un perrito muy travieso, al que le gustaba jugar y correr por el jardín, pero lo que más le gustaba en el mundo era estar al lado de su dueño.
Una triste mañana, Max se despertó y descubrió que su dueño no estaba en casa. Max intentó buscarlo por todas partes, sin éxito. Al volver a casa, Max se dio cuenta de que su dueño no volvería, la casa estaba vacía y Max estaba completamente solo.
Max estaba desolado, no sabía qué hacer sin su dueño, pero confiaba en que él pronto volvería a casa. Sin embargo, pasaron los días y su dueño nunca volvió. Max se encontraba cada vez más triste y asustado, sin saber cómo sobrevivir en la calle. La vida era dura y Max tuvo que pasar por muchas dificultades para sobrevivir, luchando por un pedazo de comida o un lugar cálido para dormir.
Un día, durante su búsqueda de comida, Max se encontró con una pequeña niña llamada Carla. Carla era una niña muy amable y compasiva, que se preocupó mucho por Max cuando lo vio tan triste y abandonado. Ella supo enseguida que Max necesitaba ayuda y decidió llevarlo a casa, sin importar que sus padres estuvieran en contra.
Max estaba asustado, pero se dio cuenta de que Carla quería ayudarlo y eso lo hizo sentir seguro. Carla lo cuidó y lo alimentó, y día tras día Max se fue recuperando poco a poco de su tristeza. Además, Carla se encargó de buscar adoptantes para Max, de intentar encontrarle una nueva familia que lo quisiera y lo cuidara tanto como él lo merecía.
Max tenía miedo de ser abandonado de nuevo, pero poco a poco fue aceptando el amor y el cuidado de Carla. Finalmente, gracias a la perseverancia de Carla, una linda pareja de abuelos decidió adoptar a Max. Ellos eran personas mayores que vivían solas, y querían un perrito que les acompañara y les diera alegría.
Max se sintió un poco asustado al principio, pero pronto se dio cuenta de que los abuelos lo amaban y respetaban. Ellos le daban mucho cariño, un techo donde dormir y una cama suave para descansar. Max se sentía feliz de haber encontrado una nueva familia. Poco a poco, fue recuperando la confianza y su alegría de vivir.
Max descubrió que, a pesar de haber sido abandonado en la calle, había suficiente amor en el mundo para dar y recibir. Aprendió que lo más importante no era tener una casa grande o muchos juguetes, sino tener a alguien que te quiera y te cuide, alguien que pueda comprender tus necesidades y te brinde apoyo en los momentos difíciles.
Max le escribió una carta a Carla, agradeciéndole todo lo que había hecho por él. Aún cuando estaba en la calle, Max había conocido el amor y la amistad de alguien que se preocupó por él. Carla le respondió la carta y le prometió que siempre estaría allí para él, aunque ya no viviera en su casa.
Así, Max supo que había un sinfín de emociones por explorar, pero en su corazón siempre estaría el recuerdo de la amistad de Carla. Max comprendió que, a pesar de la tristeza, al final, el amor siempre puede ganar.
Y así, Max vivió feliz con su nueva familia, agradecido por cada día que se le presentaba y sabiendo que nunca más tendría que sentirse abandonado. Max había encontrado un hogar en donde ser amado, pero también había aprendido el valor de la empatía y la compasión.