El pulpo que quería ser pez. Érase una vez en el mar profundo, un pulpo muy divertido y curioso llamado Pablo, que soñaba con convertirse en pez. Él veía cómo los peces nadaban rápidamente y saltaban en el agua, mientras él se movía lentamente de un lado a otro con sus tentáculos, envidiando la velocidad y agilidad de los peces.
Pablo se esforzaba cada día para ser como ellos, pero se sentía frustrado al ver que no podía hacerlo. A pesar de sus esfuerzos y de la ayuda de sus amigos más cercanos, tales como la estrella de mar, el cangrejo y la langosta, el pulpo seguía siendo un pulpo y no podía alcanzar su gran sueño de ser un pez.
Un día, después de un gran esfuerzo en su entrenamiento, Pablo decidió salir a explorar en el mar. Nadó inquisitivamente cerca de un arrecife de coral, donde encontró una gran variedad de peces de todos los tamaños y colores. Él se sintió desanimado por un momento, cuando se dio cuenta de que seguía siendo un pulpo.
De repente, una pequeña merluza se acercó a él y le preguntó: «¿Por qué estás triste, amigo? ¿No te gusta ser un pulpo?».
Pablo, con un tono muy triste, le respondió: «Me encanta ser un pulpo, pero he soñado siempre con ser un pez, para ir más lejos y explorar todo el mar».
La merluza lo miró con asombro y le dijo: «Pero tú eres maravilloso tal y como eres. Tienes la capacidad única de cambiar de color, de escabullirte por los agujeros pequeños del arrecife, agarres tu comida con tus tentáculos y eres maravilloso. ¡Hay tantas cosas que puedes hacer, que los peces no pueden hacer!».
Pablo se sorprendió por lo que la merluza le dijo. Nunca se había dado cuenta de las habilidades especiales que tenía como pulpo. Al principio se sintió un poco decepcionado, pero después comprendió que todos somos especiales y diferentes, y que cada uno tiene algo único que ofrecer.
Así, con nuevas esperanzas en su corazón, Pablo decidió volver al fondo del mar y ser el mejor pulpo que pudiera ser, usando todas sus habilidades especiales para explorar y divertirse en su hogar.
Desde ese día en adelante, Pablo se sintió más seguro y feliz. Disfrutó de la vida en el mar y compartió su gran alegría con todos sus amigos marinos, quienes lo admiraban por su gran sabiduría y su gran habilidad de cambiar de color en un abrir y cerrar de ojos.
A partir de esa ocasión, Pablo se convirtió en el líder natural de su grupo de amigos y se convirtió en el héroe de muchos otros animales en el mar. Él aprendió que todos somos únicos y especiales, y que cada uno tiene algo importante que aportar. Descubrió que ser diferente no está mal y que cada persona encuentra su camino a su debido tiempo.
Finalmente, Pablo comprendió que no necesitaba ser como los demás, sino que era único y especial a su manera. Y así, con su gran corazón y espíritu, se convirtió en el amado pulpo que cada vez que nadaba en el agua, su brillo iluminaba todo lo que le rodeaba en una perfecta armonía en el mar.