El Búho y la Magia del Vuelo

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El Búho y la Magia del Vuelo
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El Búho y la Magia del Vuelo. Érase una vez un pequeño búho llamado Kichi, que se sentía diferente al resto de sus amigos. Todos ellos eran expertos cazadores y voladores, mientras que él tenía miedo de volar y prefería quedarse en el nido. Un día, mientras jugaba cerca de su hogar, Kichi se encontró con una anciana sabia que le ofreció su ayuda.

La sabia era una bruja de la montaña, que había aprendido a volar en su juventud gracias a un hechizo secreto. Kichi se quedó asombrado al ver cómo la anciana desplegaba sus alas de cuero y se elevaba en el aire, planeando suavemente sobre su cabeza. La bruja le prometió enseñarle el secreto de la magia del vuelo, si se atrevía a aceptar el reto.

Kichi estaba emocionado y asustado al mismo tiempo. Sabía que volar era importante para un búho, pero también temía caerse o lastimarse. La bruja le explicó que la clave del vuelo era la confianza en sí mismo y en sus alas, y le dio una poción mágica que le ayudaría a superar su miedo. Pero también le advirtió que el hechizo sólo funcionaría si Kichi se esforzaba por aprender y se atrevía a experimentar.

Así comenzó la aventura de Kichi para conquistar el cielo. La bruja le enseñó a abrir sus alas y sentir el viento, a calcular la distancia y la velocidad, y a planear estrategias de caza y defensa. Kichi descubrió que volar no era sólo una habilidad física, sino también una actitud mental: debía confiar en sus instintos, en su memoria y en su intuición para moverse en el aire. Y lo más importante, debía aprender a disfrutar del vuelo por sí mismo, sin compararse con los demás ollos.

Poco a poco, Kichi fue superando sus miedos y adquiriendo destrezas. Practicaba todos los días, desde antes del amanecer hasta después del anochecer, explorando los bosques y los campos, esquivando ramas y piedras, cazando ratones y saltamontes. Cada vez que volaba un poco más alto o un poco más lejos, sentía una emoción de libertad y una alegría que nunca antes había conocido.

Pero aún había una última prueba: la noche de la luna llena, cuando todos los búhos de la región se reunían en el Gran Árbol para mostrar sus habilidades al Consejo de los Ancianos. Kichi estaba nervioso y emocionado al mismo tiempo. Sabía que debía demostrar lo que había aprendido y lo que había superado, pero también sabía que no podía controlar lo que los demás búhos pensaran de él.

Cuando llegó su turno, Kichi extendió sus alas y se elevó en el aire con elegancia. Planeó por encima de las ramas, dio un giro repentino y se sumergió en picada hacia el suelo, atrapando un ratón que corría sobre la hierba. Después subió de nuevo, describió piruetas y loopings, y finalmente aterrizó en el tronco del Gran Árbol, donde los demás búhos lo esperaban con atención.

Para sorpresa de Kichi, los búhos lo recibieron con aplausos y piropos. Le dijeron que había hecho un vuelo espectacular, valiente y creativo, y que había superado los retos que le había impuesto su miedo. Le dieron la bienvenida al Consejo de los Ancianos, lo invitaron a unirse a su círculo y a compartir sus secretos y experiencias.

Kichi se sintió abrumado por la emoción. No sabía que su vuelo había sido tan bueno, ni que había impresionado a los demás. Pero también se sintió aliviado y feliz al descubrir que no era un búho inferior o diferente, sino uno más entre sus iguales. Y sobre todo, se sintió agradecido hacia la anciana sabia, que le había mostrado el camino hacia la magia del vuelo y le había dado el valor para emprenderlo.

Desde entonces, Kichi se convirtió en uno de los búhos más respetados y queridos de la región. Viajó por otros bosques y montañas, enseñando a otros búhos jóvenes y compartiendo sus trucos y consejos en el arte del vuelo. Pero nunca olvidó la lección que aprendió de la sabia anciana, ni el secreto de la magia del vuelo: confiar en sí mismo, disfrutar del presente y volar con libertad. Y así siguió volando, noche tras noche, en busca de nuevos horizontes y aventuras, en un cielo que parecía siempre recién estrenado.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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