El caballo bailarín de Carolina

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El caballo bailarín de Carolina
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El caballo bailarín de Carolina. Desde que era pequeña, Carolina había amado a los caballos. A menudo pasaba horas en el establo de su tío observando cómo se cuidaban y entrenaban a los elegantes animales. Pero había uno en particular que le robó el corazón. Era un caballo blanco y marrón con una melena espesa y brillante y un temperamento amistoso que se llamaba Don Juan. Carolina lo encontraba particularmente fascinante porque parecía tener un alma artística. Cuando la música sonaba en la radio, Don Juan empezaba a mover sus patas rítmicamente de un lado a otro, levantando sus pesadas herraduras en el aire como si estuviera bailando.

A los ojos de Carolina, la habilidad del caballo para bailar era algo maravilloso. Pero nadie más parecía entender su amor por Don Juan. Los demás jinetes del establo no valoraban la afición de Carolina por el bello animal y la ridiculizaban a menudo. Pero ella seguía viniendo al establo todos los días, aunque se sintiera sola y avergonzada.

Hasta que un día, durante su visita regular al establo, la tía de Carolina le presentó a un extraño caballero. Se llamaba Sebastian y era un instructor de baile que había venido al pueblo para abrir una escuela de danza. Carolina y Sebastian inmediatamente encontraron una afinidad. Hablaban de las cosas que les gustaban – la música, el arte y el baile – y Sebastian parecía genuinamente interesado en la afición de Carolina por Don Juan.

En un momento de descanso, Carolina llevó a Sebastian al establo para presentarle a su amado caballo. Para su sorpresa y deleite, Don Juan inmediatamente empezó a bailar cuando Sebastian sacó su teléfono y puso una canción de salsa. Los cuatro juntos – Carolina, Sebastian, Don Juan y la música – bailaron al ritmo durante unos minutos, riéndose y disfrutando de la canción.

Después de ese día, Carolina y Sebastian se hicieron amigos cercanos. Él le enseñó algunos pasos de baile y ella le explicó la personalidad única de Don Juan. A menudo, practicaban en el establo juntos mientras Don Juan, aparentemente encantado con la música, se unía a ellos con sus movimientos gráciles.

Pero un día, la alegría de Carolina fue cortada cuando descubrió que Don Juan no estaba bien y necesitaba cirugía. La silla de montar que había estado usando parecía haber dañado sus patas y el veterinario le dijo a Carolina que si no se trataba, esto podría dañar su habilidad para caminar, y mucho menos para bailar. Carolina estaba desesperada. Sin Don Juan para bailar, se sentía adolorida y sin aliento.

Pero en esa oscuridad surgió una idea brillante. Carolina sería la única en quienes confiaba para cuidar de Don Juan después de la operación. Es un animal tan sensible, algo nervioso y suave que necesitaría de cuidados constantes para asegurarse de que se recuperara en condiciones óptimas. Carolina, que a menudo pasaba días enteros en el establo, sería la encargada de hacerse cargo de él.

Carolina se dedicó por completo a su tarea y, después de dos semanas de cuidados continuos, la veterinaria finalmente dio el alta a Don Juan para volver a bailar. Pero cuando Carolina sacó su teléfono y puso una canción, notó que Don Juan no era el mismo. Movía sus patas con dificultad y no tenía esa energía animada que acostumbraba a tener siempre.

Carolina estaba triste por lo que había ocurrido, pero su amor por el caballo no cedió. Le prometió que lo cuidaría y mejoraría constantemente. Empezaron a trabajar en la rehabilitación de Don Juan juntos, con el propósito de que vuelva a sus bailes característicos.

Todos miraban con asombro cómo el caballo blanco y caramelo se recuperaba gradualmente. La energía y el gusto por la vida volvieron a sus ojos, y su cuerpo tomó forma de nuevo. Poco a poco, Carolina volvió a poner la música mientras Don Juan seguía adelante con ganas de bailar. Sus pasos eran más lentos al principio, pero con el tiempo, la gracia y la habilidad que habían captado el amor de Carolina volvieron, incluso mejor que antes. Y mientras la música seguía inundando el establo, los dos se sumergieron en una danza que los uniría para siempre.

A medida que la historia corrió por el pueblo, la gente empezó a darse cuenta del amor y la dedicación que Carolina tenía por los caballos y por la danza. Pronto, las burlas y los comentarios negativos que había recibido antes empezaron a disminuir y Carolina comenzó a recibir respeto y admiración de nuevo.

Y así, con la ayuda de Sebastian, Don Juan y su propio apasionado amor por la vida, Carolina logró superar la adversidad y triunfar. El caballo bailarín estaba de vuelta y su historia inspiró a muchos en la comunidad a seguir sus pasiones con la misma determinación y dedicación. Una vez más, se sintió libre y feliz, sabiendo que había logrado retener algo que le era tan importante.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El caballo bailarín de Carolina
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