El caballo de la montaña de cristal

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El caballo de la montaña de cristal
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El caballo de la montaña de cristal. Había una vez un pueblo rodeado de montañas. En una de ellas, se decía que existía un caballo mágico capaz de recorrer grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos. Era conocido como el caballo de la montaña de cristal.

Los habitantes del pueblo siempre habían oído hablar de él, pero nadie se había aventurado a buscarlo, ya que se decía que era peligroso acercarse a esa montaña, y nadie sabía cómo domar a un caballo tan poderoso.

Un día, un joven llamado Juan decidió que quería ser el primero en encontrar al mítico caballo. Se armó con una mochila con provisión de comida y agua, y partió rumbo a la montaña.

El camino no era fácil, pero Juan estaba decidido a encontrar al caballo de la montaña de cristal. Después de alguna horas de caminata, llegó a la base de la montaña y comenzó a subir.

Lo hizo con esmero y precaución, sorteando cada obstáculo, roca y palo que lo encontraba en su camino. A medida que ascendía, la montaña se hacía más escarpada y empinada, y la nieve empezaba a cubrir el camino.

Cuando Juan llegó a la cima, se encontró con una pradera rodeada de grandes rocas. Mirando alrededor, se detuvo de repente: a lo lejos, vio un hermoso caballo blanco recostado en la ladera de la montaña.

Se acercó con cautela, sin hacer ruido y observando cada movimiento del caballo. Cuanto más se acercaba, más se daba cuenta de que era un espejismo, no un caballo real, y su corazón se hundió.

De repente, un hombre mayor se acercó a Juan. Era un anciano sabio que vivía en la montaña, un hombre que conocía todas sus leyendas.

– ¿Estás buscando al caballo de la montaña de cristal? – preguntó el anciano.

– Sí, lo estoy buscando – respondió Juan.

– Te equivocas al buscarlo en la cima de la montaña – dijo el anciano. – El caballo está en un lugar en el que nunca lo encontrarás, a menos que llegues a su corazón.

Juan no entendió cómo podría llegar al corazón de un caballo, pero el anciano no dio más explicaciones. Simplemente señaló hacia el este, indicándole lo siguiente: – Ve acia allá, en la dirección del río. Ahí encontrarás lo que buscas.

Juan se despidió del anciano y bajó la montaña. Siguiendo el curso del río, llegó a un bosque de cedros. Allí encontró una cueva en la que se escondía un hermoso caballo negro.

Juan se acercó con timidez, y el caballo lo miró con unos ojos inteligentes. El joven empezó a hablar con él, y pronto descubrió que podía entender cada palabra que decía. El caballo de la montaña de cristal no era un ser mágico, sino un animal de verdad, con un corazón amable y un espíritu libre.

Juan decidió llevar al caballo de regreso al pueblo. Se subió a su lomo y partieron, corriendo a través del bosque y los campos, sin detenerse hasta llegar al pueblo.

La noticia de la llegada del caballo mágico corrió como un reguero de pólvora. Todos querían verlo y tocarlo, pero sólo Juan consiguió domarlo.

Con el tiempo, el joven se convirtió en el dueño del caballo de la montaña de cristal y, junto a él, recorrió el mundo y vivió aventuras fabulosas.

Y así, se cuenta, que cada vez que alguien subía a la cumbre de la montaña y encontraba rastros de un galope certero y libre, sabían que Juan y su caballo de la montaña de cristal seguían explorando el mundo, dejando la huella del coraje y la libertad.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El caballo de la montaña de cristal
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