El caballo que cantaba al amanecer

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El caballo que cantaba al amanecer
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El caballo que cantaba al amanecer. Había una vez un caballo blanco de melena dorada que vivía en una finca en las afueras de la ciudad. Era un caballo risueño, amigable y muy querido por todos los que lo conocían. Pero lo que más llamaba la atención de este caballo no era su belleza o su ternura, sino su habilidad especial para cantar.

Sí, has leído bien, este caballo en particular tenía la capacidad de cantar, y lo hacía con una voz melodiosa que podía poner a bailar hasta las vacas más apáticas de la finca. Pero lo curioso era que solo cantaba cuando salía el sol, a la hora exacta en la que los rayos de luz comenzaban a filtrarse en el establo.

Todos en la finca estaban acostumbrados a los primeros trinos matutinos del caballo. Incluso su dueño, un granjero de voz ronca y manos calludas, admitía que la canción del caballo era una de las cosas más hermosas que había escuchado en su vida.

El caballo se levantaba siempre antes de que el primer rayo cruzara su nariz, y mientras retozaba en su espacio, juntaba las notas y las palabras que formaban la canción que cantaba todos los días. Lo hacía con tanto sentimiento, que muchas veces era difícil para los animales que compartían el establo mantener la serenidad ante su canto.

Pero la cancionera mañanera del caballo no era algo que todo el mundo conociera. Sólo las aves, y otros animales que habitaban la finca, eran sus fieles oyentes. De hecho, ningún ser humano había escuchado jamás su melodía. El caballo era muy desconfiado con los humanos y, aunque no les tenía miedo, sabía que la mayoría no entendería su canto.

Una noche, ocurrió algo inesperado. El granjero estaba en una situación económica muy difícil, tanto que estaba considerando la posibilidad de vender al caballo al mejor postor para poder salir del lío en el que se encontraba. Él sabía muy bien que el caballo era especial, pero nunca había valorado el valor del talento que tenía.

El caballo, que escuchó la conversación desde su establo, se sintió traicionado. Él amaba a su dueño y creía que él lo amaba también. ¿Cómo podía considerar venderlo? ¿No era el caballo un parte importante de la familia?

Esa noche, el caballo no pudo dormir. Se sentía triste, abandonado y engañado. Miraba hacia el otro lado de la finca, donde la luz de la luna filtraba a través de los árboles, iluminando los campos y el corral. Fue así que vio que había un niño mirando en su dirección, veces y veces.

El caballo sintió la mirada del niño y supo que algo diferente sucedería aquella noche. Al amanecer, en lugar de salir a recoger el heno para el desayuno, el granjero decidió para conocer mejor al niño que había venido a visitarlo. Lo llevó a dar un paseo por la finca, donde juntos admiraron los animales y los paisajes.

El niño no hablaba mucho, pero no quitaba la vista del caballo. De repente, mientras el sol comenzaba a asomarse por el horizonte, lo sorprendió con una pregunta que lo dejó perplejo.

-¿Caballo, es verdad que puedes cantar?

El caballo se quedó callado por un momento, pero luego, decidió contar su secreto al niño. Comenzó a entonar una melodía dulce con su voz y el niño, emocionado hasta las lágrimas, comenzó a cantar con él. Juntos, bailaron al amanecer al ritmo de las notas que el caballo había compuesto.

El granjero, al escuchar la voz del caballo y los risueños gritos del niño, se quedó boquiabierto. Nunca había escuchado algo así en su vida, y aún menos hubiera imaginado que su precioso caballo sería quien compone la canción.

A partir de ese momento, el caballo del canto matutino pasó a ser un icono en la finca y su dueño, no sólo comenzó a valorar su talento especial, sino que se aseguró de que todo el mundo lo conociera. Por supuesto, nunca lo vendió.

El caballo, disfrutando de su nuevo estatus en la finca, comenzó a cantar para todo aquel que quisiera escucharlo. Los pájaros se posaban en los árboles más cercanos y bailaban, los conejos daban brincos alrededor del establo y hasta los Vizcachas de las cercanías se detenían a mirar y escuchar.

Y es que al final, el secreto del canto del caballo estaba en la sinceridad de su corazón, en la alegría que sentía al comenzar un nuevo día y en la gratitud que tenía por vivir en un lugar tan hermoso. Era, sin duda, una de las criaturas más puras y hermosas que existían y nunca dejó de cantar.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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