El cementerio de mascotas de Halloween

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El cementerio de mascotas de Halloween
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El cementerio de mascotas de Halloween. Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Hollow Grove en el cual llegaba Halloween y los árboles cambian sus hojas coloridas por antorchas tenebrosas. Una niebla espesa cubría todo el lugar que parecía tomado por las sombras. Pero en ese lugar, como en muchos otros, había un cementerio peculiar: el cementerio de mascotas.

Este cementerio estaba oculto entre los árboles del bosque, un lugar en el que las personas sentían una extraña presencia. Muchos no sabían de la existencia de aquel pequeño cementerio, pero para algunos «afortunados» era el lugar donde despedían a sus amigos peludos.

La noche de Halloween, los niños y niñas del pueblo se reunían en el centro para salir a pedir dulces. Allí, todos lucían sus mejores disfraces mientras los adultos los acompañaban. Sin embargo, algo llamó la atención de un pequeño grupo de amigos: el cementerio de mascotas.

«¿Qué tal si vamos a conocer el cementerio de mascotas?» propuso uno de los niños, quien no creía en supersticiones ni en fantasmas.

«¡No! Eso es peligroso. ¡Es la noche de los muertos y los espíritus pueden salir!», exclamó uno de ellos, que se estremeció al imaginar terribles cosas dentro de aquel lugar.

Pero la curiosidad pudo más a uno de los amigos, quien decidió adentrarse en el bosque junto con el que propuso la idea. Los demás, atemorizados, lo dejaron ir completamente solos. «¡No se les ocurra ir!», dijo uno de ellos mientras veía como se alejaban.

Mientras se adentraban en el oscuro bosque, los dos amigos caminaban y hablaban de sus mascotas que habían fallecido. Uno de ellos le mostró a su amigo una fotografía de él junto a su perro. El otro niño, sin duda, se conmovió.

Caminaron juntos hasta que llegaron a una pequeña reja oxidada que daba entrada al cementerio de mascotas.

«¿No tienes miedo?» preguntó uno de ellos.

«No», respondió el otro con seguridad. «Solo quiero estar cerca de mi mascota».

La noche era cada vez más oscura y tenebrosa. Las ramas de los árboles crujían y las hojas caían, pero los niños no le prestaron atención y abrieron la reja. Al cruzar el umbral, se encontraron con una gran cantidad de lapidas y cruces con nombres de animales. A lo lejos, vieron una solitaria figura que se acercaba.

«¡No deberías de estar aquí!», dijo la figura que resultó ser el cuidador del cementerio de mascotas. Miró a los dos niños fijamente antes de explicarles que no debían estar allí porque los fantasmas de los animales podían asustarlos, y para esto les contó una historia.

Hace muchos años en este pequeño cementerio, ocurrió una tragedia. Un niño llamado Marcos había perdido a su perro recién comprado, sin embargo, no pensaba en despedirse y enterrar a su querido amigo peludo. El niño se acostó en su casa esa noche sintiendo pena por lo ocurrido. Pero en el medio de la noche escucho unos gemidos que parecían provenir de su patio trasero, sin pensarlo dos veces se levantó y miró por la ventana.

En el jardín de su casa pudo ver cómo su perro peludo no estaba completamente muerto, y que dentro de sus ojos podía ver la tristeza de que su mejor amigo lo ignoraba y lo dejaba a merced del bosque en la noche de Halloween, Marcos salió inmediatamente al jardín para abrazar a su amigo.

-Yo no lo podré acompañar toda una vida, pero el lo hizo conmigo así que de una manera, es mi responsabilidad cuidarlo en este momento- dijo Marcos, mientras una lágrima recorría sus mejillas

A partir de ese día, Marcos no dejó que ningún otro ser querido se fuera sin despedirse. Pero desde entonces, dicen en el pueblo que en la noche de Halloween se escuchan gemidos de perros, gatos, y otros animales que pidan una última despedida.

Los dos amigos sintieron un fuerte escalofrío y decidieron marcharse de aquel lugar. Ellos comprendían que las mascotas son una parte importante de nuestra vida y debemos despedirnos de ellas con el debido respeto. Desde esa noche, ellos estarían agradecidos con su difunto amigos peludos y serían cariñosos con los demás animales que tuvieran en el futuro.

Con los relatos del cuidador y el abrazo final, salieron del cementerio y se fueron a casa, donde los esperaban sus dulces de Halloween. Esa noche, aprendieron una valiosa lección: se debe amar y respetar a nuestros peludos amigos hasta en la hora final.

Desde entonces, en el pueblo se volvió común una fiesta para recordar las mascotas que han partido. Los niños, así como también los adultos llevaban flores y dulces para homenajear a sus amigos animales. La historia se contaría por generaciones, lo que se inició como una travesura para Halloween, se convirtió en una lección de vida y de valores.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El cementerio de mascotas de Halloween
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