El desfile de Halloween. Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Tenebrosa, donde todos los niños estaban emocionados por el próximo desfile de Halloween en el que participarían. Los disfraces y las decoraciones invadían cada calle y tienda, y el ambiente estaba lleno de alegría y entusiasmo.
En la casa de Matías, un pequeño de 7 años, la emoción no era diferente. Él estaba listo para el gran desfile y ya tenía su disfraz de zombie preparado. Pero, algo en su interior le decía que su disfraz era demasiado normal y que necesitaba algo más especial.
Así que, decidió pedirle ayuda a su abuela, quien era conocida por ser una gran creadora de disfraces y decoraciones. Sin dudarlo, ella se ofreció a ayudarlo y juntos comenzaron a trabajar.
Con agujas, hilos, telas y mucha creatividad, la abuela de Matías creó un disfraz de vampiro increíble. El traje era negro, con capa roja incluida y un sombrero de ala angosta. Matías estaba muy contento y emocionado por lucir su nueva creación en el desfile.
Por fin llegó el día del desfile y todos los niños se reunieron en la plaza central del pueblo, alrededor del escenario donde se llevaría a cabo la competencia de disfraces.
Cuando la música comenzó a sonar, todos los participantes empezaron a desfilar con sus disfraces, que iban desde calabazas y esqueletos, hasta fantasmas y brujas. En medio de la multitud, Matías destacaba con su traje de vampiro, que, sin duda, era uno de los más creativos y originales del desfile.
Sin embargo, algo inesperado sucedió en medio del recorrido. De repente, una fuerte lluvia empezó a caer sobre el pueblo. No era sólo una lluvia, sino una tormenta eléctrica amenazante acompañada de vientos fuertes.
Todos los niños comenzaron a correr asustados, intentando encontrar refugio para resguardarse de la lluvia y el peligro de los relámpagos. Pero Matías, que estaba en medio de la multitud, se quedó paralizado por el miedo. No sabía qué hacer ni a dónde ir.
Fue entonces cuando la abuela de Matías, que había estado siguiendo el desfile para tomar fotos, lo vio en peligro y corrió a rescatarlo.
Con sus fuertes brazos, la abuela tomó a Matías en sus hombros y empezó a correr en busca de un lugar seguro. A pesar de la lluvia intensa y los relámpagos cercanos, la abuela nunca perdió la calma ni dejó de animar a su nieto a seguir adelante.
Finalmente, encontraron un pequeño refugio bajo un árbol cercano, donde pudieron esperar hasta que la tormenta pasara. Ahí, la abuela de Matías le contó un cuento de dragones que logró tranquilizar su miedo y lo animó a continuar.
Una vez que la lluvia hubo cesado, continuaron el recorrido hasta el centro de la plaza, donde se reencontraron con el resto de los niños y padres. A pesar de haber sido interrumpido por la tormenta, el desfile de Halloween había sido un éxito, y Matías, agradecido y emocionado por la aventura, se dio cuenta de que lo importante era disfrutar cada momento, más allá del resultado final.
La abuela de Matías, orgullosa de su nieto, le dio un gran abrazo y le dijo que no importaba haber ganado o no el concurso de disfraces, sino que lo más importante era haberlo vivido y disfrutado juntos. Matías entendió que, gracias a ella, había logrado superar sus miedos y pasar un día inolvidable.
Desde entonces, Matías llevó siempre consigo el recuerdo de esa noche de lluvia y de su abuela con su gran corazón, agradecido por el desfile de Halloween que se había convertido en una de sus mejores aventuras de su vida.
Y así, el pequeño pueblo de Tenebrosa, siempre celebraría el desfile de Halloween, recordando que lo más importante es siempre disfrutar del momento presente.