El Dragón de las Montañas Mágicas. Había una vez un dragón que vivía en las montañas mágicas. Su nombre era Rokar, y era un dragón imponente y majestuoso, con escamas de color rojo carmesí y ojos como llamas de fuego. Rokar había vivido allí desde que era un huevo, y nunca había conocido otra cosa que no fuera la majestuosidad de las montañas.
Un día, mientras Rokar estaba durmiendo en la cima de la montaña más alta, oyó un ruido extraño. Se despertó de inmediato y miró alrededor con sus ojos alerta. Al principio, todo parecía normal, pero luego se dio cuenta de que los árboles estaban temblando y moviéndose como si estuvieran siendo golpeados por algo grande.
Rokar decidió investigar y se deslizó por la montaña en la dirección de donde venía el ruido. A medida que se acercaba, descubrió la fuente del ruido: un grupo de cazadores furtivos estaban talando árboles y destruyendo el bosque en busca de una criatura rara y exótica que habían avistado en la zona.
Rokar se indignó al ver la insensatez de los cazadores. Sabía que no podía quedarse inactivo y permitir que destruyeran su hogar y causaran estragos a los seres que habitaban allí. Así que, con un fuerte rugido, se echó a volar hacia los cazadores, listo para hacer justicia.
Los cazadores ni siquiera se inmutaron ante la llegada del dragón, pensando que podrían enfrentarlo fácilmente con sus armas. Pero Rokar era mucho más astuto que ellos, e hizo una maniobra evasiva en el aire, esquivando las flechas y las lanzas que los cazadores le lanzaron.
Con un fuerte golpe de su poderosa cola, Rokar envió a los cazadores volando y luego aterrizó frente a ellos con un rugido ensordecedor. Los cazadores se pusieron pálidos al ver el dragón de cerca, y se dieron cuenta de que habían cometido un grave error al intentar destruir su hogar.
Rokar los miró con ira y les dijo que debían dejar de cazar y talar en sus montañas, o de lo contrario se enfrentarían a su ira. Los cazadores se rindieron y prometieron dejar en paz a la criatura rara que habían estado buscando, y nunca más volver a estropear el bosque.
Rokar volvió a su refugio en la cima de la montaña, satisfecho de haber hecho justicia y protegido su hogar. Pero sabía que seguiría vigilante, siempre preparado para enfrentar cualquier amenaza que pudiera surgir en sus montañas.
Pero sus días de paz no duraron mucho. Poco después del encuentro con los cazadores, Rokar empezó a sentirse débil y enfermo. No podía entender lo que estaba pasando, ya que siempre había sido uno de los dragones más fuertes y resistentes de las montañas.
Rokar buscó desesperadamente a otros dragones para pedir ayuda, pero no había ninguno dispuesto a ayudarlo. Todos los demás dragones estaban ocupados con sus propios asuntos, y algunos incluso se alegraron de ver a Rokar debilitado y vulnerable.
Rokar se sintió solo y temeroso por primera vez en su vida. Sabía que algo andaba mal, pero no sabía qué hacer para detener su debilidad. Sin embargo, su suerte cambió cuando conoció a una joven princesa errante que vagaba por las montañas en busca de aventuras.
La princesa se conmovió al ver la difícil situación de Rokar y decidió ayudarlo. Investigó y descubrió que un malvado hechicero había lanzado un hechizo sobre Rokar para debilitarlo y controlarlo.
La princesa luchó valientemente contra el hechicero y finalmente logró deshacer el hechizo y liberar a Rokar del maleficio. Rokar se sintió agradecido y aliviado al ver que alguien se preocupaba por él, y decidió acompañar a la princesa en su aventura como forma de agradecimiento.
Juntos, Rokar y la princesa se enfrentaron a muchos peligros y desafíos en sus viajes, pero siempre se ayudaron mutuamente y se apoyaron en los momentos más difíciles.
Finalmente, Rokar volvió a sus montañas mágicas, pero ya no era el mismo dragón que antes. Había aprendido la importancia de la amistad y la ayuda, y se había vuelto más sabio y humilde. Ahora, protegía sus montañas no sólo por su propio bien, sino por el bien de todos los seres que habitaban allí.
Y así, Rokar vivió feliz y en paz por el resto de sus días, siempre vigilando y cuidando sus preciosas montañas, pero nunca olvidando la valiosa lección que había aprendido de la princesa: que la amistad y la ayuda son las claves para superar cualquier adversidad.