El Dragón de los Sueños Mágicos. Había una vez un dragón muy especial llamado Dracus. Era un dragón diferente a los demás, porque podía visitar los sueños de los niños y hacer que se convirtieran en realidad. Dracus era de color celeste claro, tenía alas largas y brillantes, su cuerpo estaba cubierto de escamas y sus ojos eran hermosos e hipnóticos.
Dracus vivía en una cueva en lo alto de una montaña, desde allí podía observar todo lo que sucedía en el mundo de los humanos. Todos los días, se levantaba temprano y volaba por los cielos en busca de algún niño que necesitara su ayuda.
Un día, Dracus escuchó los sollozos de un niño llamado Javier. El niño estaba triste porque había perdido a su mejor amigo, un perro llamado Rocky, que había fallecido el día anterior en un accidente de tráfico. Dracus decidió visitar el sueño de Javier esa noche para hacer su deseo realidad.
Esa noche, Javier se durmió y comenzó a soñar. En su sueño, un dragón celeste había llegado a su habitación y le preguntó qué deseaba. Javier le contó su dolor por la pérdida de su perro y le dijo que lo extrañaba mucho. Dracus sintió el dolor de Javier y decidió hacer algo para calmar su tristeza.
Dracus cerró los ojos y comenzó a clamar. De repente, una luz muy fuerte envolvió la habitación y cuando todo se aclaramó, apareció Rocky, el perro de Javier, feliz y saltando alrededor de su dueño. Javier estaba tan feliz de ver a su amigo de nuevo, que comenzó a llorar de alegría. Dracus sonrió al ver las lágrimas de Javier y se marchó, sabiendo que había cumplido su misión.
Dracus siguió visitando los sueños de los niños durante mucho tiempo, cumpliendo los deseos de los que estaban tristes o angustiados. Pero pronto, un día, algo extraño sucedió en la cueva donde Dracus vivía. Su cuerpo comenzó a temblar y su respiración se hizo más agitada. Dracus se dio cuenta de que estaba enfermo y que necesitaba ayuda.
Dracus había oído hablar de una planta mágica que crecía en la cima de una montaña distante. Esta planta tenía propiedades curativas y podía curar cualquier enfermedad. Dracus decidió que debía encontrar esa planta y curarse a sí mismo.
Dracus se levantó temprano al día siguiente y se preparó para su viaje. Alas aleteando, voló por encima de los árboles y montañas, buscando la planta mágica. Hubo muchos obstáculos en su camino, pero finalmente llegó a su destino. La planta mágica estaba ahí, justo en la cima de la montaña.
Dracus comió la hoja que la planta le ofreció y, de repente, una energía mágica lo llenó. Dracus se sintió tan poderoso y fuerte como nunca antes y su enfermedad desapareció. Sabiendo que había hecho lo correcto, Dracus voló de vuelta a su cueva para continuar su misión de hacer felices a los niños.
Pero a medida que pasaba el tiempo, más niños comenzaron a tener pesadillas y Dracus no podía hacer nada para ayudarlos. Parecía que una fuerza malvada estaba evitando que Dracus accediera a los sueños de los niños.
Dracus decidió buscar la ayuda de una bruja amiga suya. La bruja le dijo que un malvado hechicero estaba detrás de todo esto y que solo un dragón puro de corazón podía luchar contra él.
Dracus se ofreció voluntario para luchar contra el hechicero y se preparó para el combate. Dracus voló hacia el territorio del hechicero y lo encontró sentado en su trono de control, rodeado de sus seguidores.
Dracus se preparó para luchar, pero el hechicero no era del tipo de luchar justo. Usó su varita para lanzar un hechizo oscuro contra Dracus, pero Dracus era lo suficientemente astuto como para evitarlo. Dracus voló hacia el hechicero y lo empujó fuera de su trono.
Dracus se quedó allí mientras los seguidores del hechicero huyeron aterrados. El hechicero estaba tendido en el suelo, murmurando algo incomprensible. Dracus se dio cuenta de que necesitaba hacer algo para poner fin a la magia del hechicero.
Sacando todo el poder que había obtenido de la planta mágica, Dracus voló hacia el hechicero y lo rodeó con su aliento de fuego. El hechicero gritó aterrado, pero el dragón no se detuvo. El fuego de Dracus fue tan fuerte que consumió el hechicero por dentro y lo dejó hecho ceniza.
Dracus regresó a su cueva, satisfecho y agotado. Gritó de alegría cuando se dio cuenta de que tenía acceso a los sueños de los niños de nuevo. El malvado hechicero había sido derrotado, y Dracus se había consolidado como el defensor de los niños de todo el mundo.
Desde entonces, Dracus siguió visitando los sueños de los niños y haciéndolos felices. Los padres comenzaron a contar sus historias a sus hijos, y llegaron a un acuerdo: si los niños tenían pesadillas, debían invocar al dragón celeste, Dracus, quien vendría a rescatarlos.
Así fue como, durante muchos años, Dracus hizo felices a los niños, cumplió sus sueños, combatió a los malvados que intentaban hacerles daño y se convirtió en leyenda, en un mito para los padres y una realidad para los niños. Y si hay algo que sepan con seguridad, es que aún sigue existiendo, atendiendo a las necesidades de todos los niños que lo necesitan.