El Dragón de Piedra y el Enigma del Castillo

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El Dragón de Piedra y el Enigma del Castillo
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El Dragón de Piedra y el Enigma del Castillo. Había una vez un dragón de piedra que habitaba en lo alto de una montaña rodeada de un frondoso bosque. El dragón de piedra era conocido por ser un guardián de un castillo mágico que se encontraba en lo alto de la montaña. El castillo era un enigma para muchos, ya que solo los valientes y los más astutos lograban entrar.

Un día, un joven caballero llamado Sergio decidió aventurarse a llegar al castillo. Había oído hablar de las maravillas que se escondían en su interior, y estaba decidido a descubrir por sí mismo qué secretos aguardaban en aquel lugar.

Sergio cabalgó hacia la montaña, con la esperanza de encontrar el camino que lo llevaría al castillo. Cuando llegó a la base de la montaña, el dragón de piedra lo recibió con un poderoso rugido. Sergio, sin embargo, no se dejó intimidar y se acercó al dragón con la mano extendida.

-«Hola, dragón», dijo Sergio con su espada en la mano. «Estoy buscando el camino que me llevará al castillo mágico que se encuentra en la cima de esta montaña. ¿Podrías ayudarme?»

El dragón de piedra gruñó, y pareció pensarlo por un momento. Finalmente, dijo: «Solo los valientes y los más astutos logran entrar al castillo. Si crees que tienes lo necesario, sigue el camino que está detrás de mí».

Sergio asintió y comenzó a caminar por el camino de piedra, que serpenteaba por la montaña. Cuando llegó al final del camino, se encontró con un puente de madera que se balanceaba peligrosamente con cada paso que daba.

Sergio comenzó a cruzar el puente con cuidado, apoyando su espada en el suelo para mantener el equilibrio. De repente, escuchó un sonido extraño detrás de él. Cuando se dio la vuelta, se encontró con el dragón de piedra, que había seguido sus pasos.

-«¿Por qué me sigues, dragón?» Preguntó Sergio, con la mano en la empuñadura de su espada.

El dragón de piedra gruñó una vez más y dijo: «No te confundas, joven caballero. No te sigo para atacarte, sino para asegurarme de que tienes lo necesario para entrar al castillo. Si no lo tienes, te sugiero que te des la vuelta y regreses por donde viniste».

Sergio no se dejó intimidar, y continuó caminando hacia el castillo con el dragón siguiéndolo de cerca. Cuando llegó finalmente a la entrada del castillo, vio una puerta de hierro negra que estaba cerrada a cal y canto.

-«¿Qué hago ahora?» Preguntó Sergio, desconcertado.

-«Tienes que saber la contraseña para poder entrar al castillo», dijo el dragón de piedra.

-«¿Y cómo puedo saber cuál es la contraseña?» Preguntó Sergio, impaciente.

-«La contraseña está oculta en la puerta misma», dijo el dragón, con una mirada enigmática en sus ojos de piedra.

Sergio se acercó a la puerta y la examinó detenidamente. De pronto, notó una serie de runas grabadas en la superficie de la puerta. Respiró hondo y comenzó a leerlas.

-«Mira fijo y escucha atento, la respuesta es lo que tú intentas», leyó en voz alta.

Sergio frunció el ceño, tratando de comprender el significado de esas palabras. De pronto, escuchó un susurro detrás de él, como si alguien le susurrara al oído.

-«La respuesta está en tu corazón», dijo el dragón de piedra con voz suave.

Sergio se giró hacia el dragón, quien lo miraba gentilmente. De repente, entendió lo que significaba la contraseña. La respuesta estaba en su corazón. El caballero respiró profundamente y dijo en voz alta: «Mi valor y mi astucia son lo que me permitirán entrar al castillo».

Inmediatamente, la puerta se abrió, y Sergio pudo ver el castillo mágico en todo su esplendor. Pasó por la puerta, y el dragón de piedra se quedó afuera, tal y como era su deber.

Sergio caminó por los pasillos del castillo, admirando las maravillas que había en cada rincón. Había habitaciones llenas de tesoros, jardines con flores que parecían de otro mundo, fuentes de agua cristalina y estatuas de dragones de todo tipo.

También encontró una sala oscura, donde se encontraba el origen de la magia del castillo. Había una luz brillante que se filtraba por una pequeña abertura en el techo, y Sergio pudo ver toda la magia fluyendo desde allí.

Intentó tocar la magia para sentirla en su piel, pero sintió que algo lo detuvo. Una voz resonó en su mente, diciéndole que no debía tocar la magia, que debía dejarla fluir libremente.

Sergio se alejó de la sala, con un sentimiento de asombro y gratitud hacia el castillo y la magia que lo mantenía vivo.

Finalmente, después de haber explorado completamente el castillo, Sergio regresó a la entrada. El dragón de piedra lo estaba esperando.

-«¿Qué te pareció el castillo?» Preguntó el dragón.

-«Fue la aventura más increíble que he vivido en mi vida», dijo Sergio, sonriendo. «Gracias por proteger este lugar, dragón».

El dragón de piedra gruñó, como si estuviera agradeciéndole a Sergio por haber sido un visitante adecuado. El caballero se montó en su caballo y se dirigió de regreso a casa, con la promesa en su corazón de volver algún día al castillo mágico.

Y así, el dragón de piedra y el castillo mágico seguirían protegiendo los secretos y las maravillas del mundo, esperando la visita de los valientes y los más astutos que estuvieran dispuestos a descubrirlos.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El Dragón de Piedra y el Enigma del Castillo
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