El Dragón y el Bosque de las Sombras. Hace muchos años, en un gran y frondoso bosque, habitaba un feroz dragón de piel escamosa y brillante, que era temido por todos los seres que allí habitaban. El dragón se había adueñado del bosque y se había convertido en su dueño y señor, sin permitir que nadie más viviera allí.
Los animales del bosque intentaron por todos los medios conquistar su hogar nuevamente, pero el dragón era demasiado poderoso. Su aliento de fuego y sus garras afiladas ahuyentaban a todos los intrusos.
Un día, un grupo de valientes guerreros llegó al bosque en busca del tesoro que supuestamente había escondido el dragón. Se decía que era una piedra preciosa que tenía el poder de dar vida eterna a quien la poseyera. Los guerreros habían escuchado tantas historias que no podían resistirse a la tentación de adquirir tal tesoro.
El grupo de guerreros avanzaba con mucha precaución, esquivando los obstáculos que el dragón habría puesto en su camino. Estaban completamente decididos a encontrar la piedra que le daría el poder ilimitado a quien la tuviera bajo su control.
En su camino, los guerreros se encontraron con un pequeño conejo que temblaba de miedo. El conejo les advirtió que no siguieran adentrándose en el bosque si no querían enfrentarse con el dragón. Pero los guerreros no prestaron atención y continuaron avanzando.
La cueva del dragón estaba muy bien guardada y era imposible pasar desapercibidos. El dragón, alertado por sus sentidos, salió de su cueva para enfrentar a los invasores. El fuego que salía de su boca iluminó el cielo nocturno y los guerreros supieron que estaban en graves problemas.
Con sus espadas desenvainadas, los guerreros avanzaron hacia el dragón. El combate fue sangriento y largo, pero finalmente lograron herir al dragón en su punto débil, lo que lo dejó incapacitado. Los guerreros aprovecharon la oportunidad para entrar en la cueva y encontrar el tesoro que tanto habían buscado.
Mientras avanzan por la cueva, los guerreros no podían creer lo que estaban viendo. La cueva estaba llena de oro, joyas y piedras preciosas de todos los colores. Pero el objeto que buscaban no estaba en ninguna de las pilas. En la última habitación, encontraron un objeto que brillaba más que cualquier otra piedra y había curiosas inscripciones. Los guerreros no pudieron resistirse y tomaron la piedra para llevarla con ellos.
Cuando salieron de la cueva, el dragón aún respiraba, pero no tenía la fuerza necesaria para perseguir a los guerreros. La piedra preciosa que habían encontrado tenía grabada una poderosa inscripción que decía “la vida eterna no se compra con impurezas”. Los guerreros quedaron confundidos, pues esta no era la piedra que buscaban, pero era el mayor tesoro que habían encontrado.
Decidieron llevar al dragón herido al costado del río, cerca de la orilla, y le ayudaron a beber agua. Al caer la noche, los guerreros encendieron una hoguera y, con mucha precaución, llevaron al dragón lo que quedaba de su carne de caballo. El dragón se recuperó rápidamente gracias a los cuidados de los guerreros. En agradecimiento, el dragón decidió compartir su hogar con todos los animales del bosque y dejó de ser dueño de algo que nunca había sido suyo.
Desde entonces, el dragón fue conocido como el protector del bosque, y los guerreros que lo habían enfrentado se convirtieron en los mejores amigos y protectores de todas las criaturas que habitaban allí.
Con el tiempo, el pueblo cercano al bosque conoció la historia del dragón y decidió honrarlo con una estatua que aún hoy se erige en una plaza del lugar. La estatua está hecha de pura plata y tiene la forma del dragón que algún día fue dueño del bosque. Y bajo ella, en una placa de metal dorado, se puede leer el siguiente mensaje: “La vida eterna tampoco se obtiene a través del poder, pero se puede encontrar en la sabiduría del amor y la amistad”.
Y así fue como el dragón se convirtió en una leyenda, y su historia aún hoy es conocida por todos aquellos que habitan cerca del bosque. Una historia de valor, amistad y el poder de la compasión y la humildad.