El Dragón y el Rincón de las Risas. Había una vez un dragón llamado Nergal, que vivía en lo alto de una montaña. Era un dragón muy triste y solitario, siempre se encontraba en su cueva. La razón de su tristeza era que se sentía diferente, diferente de los demás dragones. No tenía las alas tan grandes como los otros dragones, y su cola era más corta. Esto hacía que se sintiera fuera de lugar, y siempre se mantenía alejado de los demás.
Nergal era un dragón muy amable, pero la gente no lo entendía, y siempre pensaban que era extraño. Los niños de su aldea nunca querían jugar con él, y los dragones adultos lo ignoraban. Se sentía muy triste y solo, y aunque intentaba hacer amigos, nunca terminaba bien.
Un día, mientras Nergal estaba sentado en su cueva mirando el paisaje, sintió que alguien lo observaba. Al principio, se asustó, pero luego descubrió que era un pequeño duende que estaba mirando por la entrada de su cueva. Al ver al duende, Nergal se sorprendió mucho, nunca antes había visto un duende en la montaña.
El duende le preguntó qué le pasaba, y Nergal le contó todo sobre su tristeza y lo difícil que era ser diferente. El duende entendió todo lo que Nergal sentía, ya que él también había pasado por lo mismo. Le dijo que lo mejor que podía hacer era ser él mismo y no preocuparse por lo que piensen los demás.
Nergal siguió el consejo del duende y decidió salir de su cueva para explorar la montaña. Encontró un hermoso prado lleno de flores y se dio cuenta de que nunca antes había estado allí. Se sintió muy feliz y decidió quedarse allí por un tiempo. A los pocos días, mientras jugaba al sol, se encontró con un pequeño caracol que estaba haciendo su camino a través del prado.
Nergal se sorprendió cuando el caracol comenzó a hablar con él. Resultó que el caracol era un caracol mágico que podía hablar. El caracol le dijo que nunca había visto a un dragón tan amable y agradable como él. Nergal se sintió muy feliz de que alguien finalmente lo entendiera y lo aceptara.
Los días pasaron y Nergal comenzó a hacer nuevos amigos. El caracol mágico, los duendes, las ardillas y muchos otros animales de la montaña se convirtieron en sus amigos. Eran los únicos que lo habían aceptado tal como era. Nergal se había convertido en un dragón tan feliz como nunca antes lo había sido.
Un día, mientras disfrutaba de un picnic con sus amigos, vio a un grupo de dragones volar por el cielo. Se sorprendió cuando uno de ellos se acercó y le preguntó si quería unirse a ellos en su vuelo. Nergal estaba muy feliz de ser invitado, pero también estaba un poco asustado de que los demás dragones lo rechazaran.
Finalmente, decidió tomar el riesgo y se unió a los otros dragones. Volando sobre las montañas, Nergal se dio cuenta de que ser diferente no era algo malo. Los demás dragones lo aceptaron tal como era, y se sintió muy feliz de estar volando con ellos.
Después de su vuelo, Nergal se sintió tan feliz que decidió compartir sus sentimientos con sus amigos. Se reunió con todas las criaturas de la montaña y les explicó cómo había descubierto que ser diferente no era algo malo. Todos sus amigos se sintieron muy agradecidos por compartir sus sentimientos y pensamientos, y le dijeron que lo querían tal como era.
Nergal se convirtió en un héroe entre los animales de la montaña, un dragón que había aprendido a aceptarse a sí mismo y a sus diferencias. Se dio cuenta de que la amistad y la aceptación eran más importantes que cualquier otra cosa. Ahora, siempre que veía a alguien que se sentía solo y triste, sabía que podía ayudar a hacer una diferencia en sus vidas.
Había una vez un dragón muy triste y solitario que vivía en una cueva en lo alto de una montaña. Pero gracias a sus amigos y la aceptación de sí mismo, se convirtió en un héroe entre las criaturas de la montaña, y descubrió que la verdadera amistad y aceptación eran más importantes que cualquier otra cosa. Así, Nergal aprendió que ser diferente no era algo malo, sino que lo hacía especial.