El Dragón y el Secreto del Arcoíris. Había una vez un dragón llamado Fafnir que vivía en lo alto de una montaña. Fafnir siempre había sido un dragón poderoso y temido, pero ahora se sentía triste y solitario. No podía volar debido a un ala lastimada, y su piel estaba cubierta de escamas grises y sin brillo.
Un día, mientras Fafnir caminaba por los senderos de las montañas en busca de algo que hacer, se encontró con un grupo de niños que estaban recogiendo fresas silvestres. Al principio, Fafnir estaba asustado y quería que se fueran, pero los niños eran amables y cariñosos. Le ofrecieron algunas fresas y le preguntaron cómo estaba. Fafnir no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de atención, pero encontró que hablar con los niños lo hacía sentir mejor.
Después de eso, Fafnir comenzó a buscar a los niños cada vez que sentía la necesidad de hablar. Solía contarles historias sobre su vida y cómo había llegado a ser el dragón que era. Los niños se sentaban alrededor de él y lo escuchaban atentamente, y Fafnir se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo.
Un día, mientras Fafnir estaba acostado en su cueva, recordó una leyenda que su padre le había contado. Según la leyenda, había un objeto mágico llamado Amuleto del Dragón que podía curar cualquier enfermedad o herida de un dragón. Fafnir se dio cuenta de que esto podría ser su única oportunidad de volar de nuevo y volver a ser el dragón que alguna vez fue.
Fafnir salió de su cueva y comenzó a buscar el Amuleto del Dragón. Preguntó a los animales de la montaña y preguntó a los viajeros que pasaban por ahí, pero nadie había oído hablar de él. Fafnir comenzó a sentirse desesperado y triste de nuevo, pero luego recordó algo que le dijo uno de los niños: «Si no puedes encontrar algo, entonces hazlo tú mismo.»
Fafnir decidió entonces que crear su propio Amuleto del Dragón. Pasó horas en su cueva, reuniendo viejos objetos y experimentando con diferentes métodos de construcción. Finalmente, después de varios días, creó un amuleto brillante hecho de escamas de dragón y cristales rojos. Mientras lo sostenía en sus garras, Fafnir sintió algo caliente y eléctrico recorrer su cuerpo.
Cuando Fafnir salió de su cueva, sus ojos brillaban y sus escamas brillaban con un brillante resplandor rojo. Fafnir extendió sus alas y saltó hacia el cielo, flotando con gracia por encima de las nubes. Los niños se maravillaron al verlo volar de nuevo, y Fafnir se sintió en paz y feliz por primera vez en años.
A partir de ese día, Fafnir se convirtió en el guardián de la montaña, vigilando los caminos y protegiendo a los viajeros que pasan a través. Los niños vinieron a visitarlo con frecuencia, y Fafnir los acompañaba mientras exploraban los senderos de las montañas. Todos los que se aventuraron en la montaña sabían que si necesitaban ayuda, Fafnir estaría allí para protegerlos y guiarlos.
Pasaron muchos años, y Fafnir se convirtió en una leyenda en la región. Los niños que jugaban en la montaña aún hablaban de él, y a menudo se decía que su espíritu cuidaba de los que se aventuraban en la montaña. Incluso después de su muerte, la leyenda de Fafnir se mantuvo viva, y muchos que visitaron la montaña juraron haber visto un dragón de ojos brillantes sobre las cumbres nevadas.
Había una vez un dragón llamado Fafnir que vivía en lo alto de una montaña, pero después de su encuentro con los niños, dejó de estar solo y triste. Al conectar con los niños aprendió que la felicidad y la satisfacción no dependen de la fuerza física de uno, sino de las relaciones que se establecen con los demás y de encontrar el propósito en la vida. Esta lección lo llevó a crear su propio Amuleto del Dragón, convirtiéndose en el guardián de la montaña y en un entrañable recuerdo para todos aquellos que le conocieron.