El Dragón y la Ciudad Perdida de los Dragones. Hace mucho tiempo, en una tierra lejana y mágica, habitaban los dragones. Era una tierra rodeada de volcanes y montañas, donde las llamas ardían constantemente y el cielo estaba siempre cubierto por una espesa neblina. Los dragones eran criaturas majestuosas y poderosas, con escamas brillantes que reflejaban la luz del sol y unas alas gigantescas que les permitían volar por los cielos. Los dragones eran considerados como los dueños y protectores de aquel mundo, y por ello eran adorados por todas las criaturas que habitaban en él.
Pero a pesar de su grandiosidad y su sabiduría, los dragones eran seres solitarios, que rara vez se acercaban a los demás, excepto cuando era necesario. Se decía que los dragones se comunicaban entre sí con un lenguaje secreto, que sólo ellos podían comprender. Además, los dragones tenían fama de ser muy celosos de su territorio, y de no tolerar la presencia de intrusos.
Pero un día, algo extraño empezó a ocurrir en la tierra de los dragones. Algunos de ellos, los más jóvenes y curiosos, comenzaron a desaparecer sin dejar rastro alguno. Nadie sabía qué podía estar sucediendo, pero todos temían que algo terrible estuviera ocurriendo en la tierra de los dragones.
Fue entonces cuando una joven princesa de otro reino decidió enfrentar el peligro y viajar hasta el corazón de la tierra de los dragones, para descubrir qué estaba sucediendo. La princesa muy valiente cogió a su caballo y salió de su reino, dispuesta a salvar a los dragones de cualquier peligro.
Después de varios días de viaje, finalmente llegó a un valle profundo y oscuro, donde encontró un pequeño dragón quejándose y llorando. La princesa se acercó a él con mucho cuidado, y le preguntó qué le había sucedido. El dragón le contó que había sido secuestrado por una banda de ladrones, que intentaban venderlo al mejor postor en un mercado lejano.
La princesa se ofreció a ayudar al joven dragón a escapar, y sin pensarlo dos veces, lo recogió en sus brazos y salió corriendo en dirección contraria a donde se encontraban los ladrones. Pero los ladrones eran persistentes, y la siguieron de cerca con la intención de recuperar su botín.
Cuando la princesa escuchó los pasos de los ladrones detrás de ella, buscó refugio en una cueva que estaba oculta en la ladera de la montaña. Allí se encontró con una comunidad de dragones, que habían sido secuestrados por los ladrones y retenidos allí a la espera de ser vendidos.
Los dragones estaban tan agradecidos por su valentía, que decidieron hacerle una oferta. Si la princesa era lo suficientemente valiente como para ayudarles a escapar de aquel lugar, ellos le enseñarían el lenguaje secreto de los dragones, que sólo ellos comprendían.
La princesa no lo pensó dos veces, y aceptó la oferta de los dragones. Con la ayuda de los dragones más grandes, pudieron vencer a los ladrones y liberar a todos los dragones que habían sido secuestrados.
Después de aquellos acontecimientos, los dragones y la princesa se volvieron inseparables. Los dragones la protegían y la llevaban a todas partes en sus lomos, y la princesa les enseñó a hablar su lenguaje secreto, lo que les permitió comunicarse entre sí como nunca antes lo habían hecho.
Gracias a la valentía y bondad de la princesa, todos los dragones aprendieron una importante lección. Aprendieron que a veces los miedos son infundados, y que la confianza y la amistad pueden conquistar hasta al ser más solitario y gruñón. A partir de ese momento, los dragones y la princesa se convirtieron en grandes amigos, y juntos vivieron muchas aventuras y lograron grandes hazañas.
Y así, la princesa se convirtió en la heroína de la tierra de los dragones, y su nombre fue recordado durante generaciones y generaciones como un ejemplo de valentía y amistad. Y los dragones, por su parte, se convirtieron en los dueños y protectores de la tierra, donde sus brillantes escamas y sus alas gigantescas seguían reflejando la luz del sol y su majestuosidad y bondad seguían impresionando a todas las criaturas que vivían allí.