El enigma del fantasma de la mansión

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El enigma del fantasma de la mansión
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El enigma del fantasma de la mansión. Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas, se encontraba una enorme mansión que dominaba la vista en la cima de una colina. La mansión tenía un aspecto tenebroso y misterioso, pero aún así, las personas del pueblo nunca evitaban pasar por delante de ella, pues existía una leyenda que decía que un fantasma vagaba en su interior.

Según la leyenda, el fantasma era una joven hermosa que había muerto trágicamente en la mansión, y que desde entonces, su alma había quedado atrapada allí. La gente hablaba de luces parpadeantes en las ventanas, ruidos nocturnos extraños y sombras que parecían moverse por la casa.

Los niños del pueblo estaban muy interesados en la leyenda del fantasma de la mansión. Todos los días, después de la escuela, se reunían para contar historias y adivinar quién podría ser el fantasma. Algunos decían que era una princesa que había sido asesinada, otros señalaban hacia una doncella enferma que había fallecido en su cama.

Un día, un grupo de niños decidió que no podían seguir imaginando y debían saber la verdad sobre la leyenda del fantasma. Con valentía, entraron en la mansión, listos para resolver el enigma. Al principio, todo parecía normal, solo un poco más oscuro y apagado de lo que esperaban.

De repente, escucharon un sonido extraño. Era como si alguien estuviera arrastrando sus pies por el piso. El sonido se volvía cada vez más fuerte, pero cuando la luz del sol se desvaneció por completo y la oscuridad se adueñó de la habitación, pudieron ver una figura etérea que parecía flotar por el pasillo.

Los niños estaban asustados, pero decidieron seguir adelante. Se adentraron más en la mansión y descubrieron un salón gigantesco lleno de sofás y sillones polvorientos. En el centro del salón, había una gran mesa de madera, y encima de ella, una lámpara rota.

De repente, se sintió un viento frío y un escalofrío recorrió las espaldas de los niños. La puerta de una de las habitaciones se cerró de golpe. Los niños se dieron la vuelta y vieron una puerta cerrada detrás de ellos. Se miraron unos a otros, asustados, intentando decidir si debían seguir adelante o huir.

Finalmente, se decidieron a continuar. Avanzaron por el pasillo, donde se alineaban las puertas cerradas de las habitaciones, cada una de ellas con un aspecto siniestro. Los niños temblaban de miedo al pensar en lo que podría haber detrás de esas puertas.

Sin embargo, no encontraron nada que les indicara la existencia del fantasma en el resto de la mansión. Justo cuando estaban a punto de renunciar, uno de los niños presionó el botón de un ascensor antiguo que se encontraba en una esquina. Para su sorpresa, el ascensor funcionó, tomando a los niños en su interior y subiendo con ellos hacia el último piso.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los niños encontraron una habitación espeluznante con paredes arruinadas y ventanas que dejaban pasar la luz del sol. En el centro de la habitación se sentaba una figura encapuchada, en silencio, como si estuviera esperando a los niños.

De repente, dos pequeños ojos brillantes miraron a los niños a través de la capucha. La figura se movió y se quitó la capucha de la cabeza dejando a la vista una chica joven con pálidas mejillas y una larga melena negra.

Los niños la miraron atónitos. Finalmente, uno de ellos preguntó: «¿Eres el fantasma de la mansión?»

«Soy la dueña de la casa», contestó la chica, «y lo que la gente llama mi ‘fantasma’ es en realidad solo una luz de noche que dejo encendida para que no entren ladrones. No hay nada más en esta casa que un montón de muebles viejos y un ascensor roto».

Los niños se dieron cuenta de que la leyenda del fantasma no era más que un cuento inventado para asustar a los demás. A partir de entonces, cada vez que pasaban por la mansión, ya no tenían miedo, y muchas veces incluso saludaban a la dama joven que logró contarles la verdad.

Desde entonces, la leyenda se convirtió en solo un recuerdo para todos los niños del pueblo, quienes al final aprendieron a ser valientes y a no dejarse engañar por historias asustadizas inventadas por sus mayores. Y así, durante muchos años, el pueblo fue un lugar más tranquilo, donde todos se dedicaron a lo que importaba: vivir sus vidas felices y hacer amistades nuevas sin temor alguno. Fin.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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