El Gato y la Ciudad de los Deseos. Érase una vez un pequeño gato llamado Simón que vivía en una pequeña casa frente al mercado de la ciudad. Aunque su casa era muy acogedora, Simón tenía grandes deseos de aventurarse y explorar la gran ciudad que se extendía más allá de su cálido hogar.
Cada día, Simón observaba con curiosidad a las personas que transitaban por el mercado. Una vez, mientras jugaba con su pelota en el patio trasero de su casa, escuchó la voz de una niña que cantaba una hermosa canción. Como el gato tenía una gran habilidad para captar las notas musicales, se sintió muy atraído por la melodía.
Curioso, Simón saltó la pared del patio trasero y comenzó a escabullirse por las calles de la ciudad. En su camino, observó a multitud de personas haciendo sus compras, algunos cargados con bolsas pesadas y otros saboreando deliciosos pasteles. El gato se hacía cada vez más grande el apetito mientras continuaba su camino.
De repente, Simón encontró una calle estrecha y misteriosa que cada vez se hacía más y más oscura. A pesar de que sentía cierta intranquilidad, su curiosidad no le permitía volver atrás, así que decidió continuar explorando.
Finalmente, llegó a un callejón oscuro donde descubrió una puerta antigua y decorada con extraños símbolos. Sin pensarlo mucho, Simón empujó la puerta y entró. Lo que descubrió allí lo dejó sin aliento: era un lugar mágico, lleno de maravillosos tesoros.
Fascinado por la belleza del lugar, Simón se dispuso a explorar cada uno de los rincones del lugar, y poco a poco empezó a descubrir un sinfín de objetos asombrosos: botas de cristal, collares de diamantes, sellos antiguos, y muchos otros objetos que desbordaban en mitad de la habitación.
El gato, emocionado, comenzó a jugar y a esconderse entre los objetos, pero pronto se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. Al haber cientos de objetos, se empezaba a sentir un extraño viento en la habitación, como si se estuvieran sucediendo todos los momentos antiguos.
Simón comenzó a moverse rápidamente entre las cosas, pero el viento empezó a ser cada vez más fuerte, hasta que finalmente, salió todo lo que estaba en la habitación volando.
Cuando Simón abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba en otro lugar. Se quedó perplejo: estaba en una isla remota, en medio del océano. Allí no había ni una sola casa ni persona, solo el mar extendiéndose a lo largo y ancho del horizonte.
El gato estaba asustado, pero de repente vio una escena con la que se sintió muy acogido. Era una pareja de pingüinos que se acercaron a él y lo rodearon para darle calor. Fue en ese momento en que Simón sintió que su curiosidad le había llevado a un peligroso lugar, pero gracias a la ayuda de los pingüinos, se dio cuenta de que no estaba solo.
Después de pasar unos días en la isla, Simón, a pesar de estar a salvo y en compañía, ansiaba volver a casa y a su vida cotidiana. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo salir de la isla, ya que ninguno de los animales que allí habitaban sabía cómo.
De repente, una noche, mientras todos dormían, Simón sintió un impulso que venía de su interior. Se levantó y se dirigió hacia el mar, como si una fuerza invisible lo guiara. Fue entonces cuando descubrió un pequeño bote que parecía estar esperando por él.
Sin pensarlo dos veces, Simón subió al bote y comenzó a remar. El mar estaba calmado y apenas se sentía la brisa, así que el gato decidió disfrutar del paisaje. A medida que avanzaba, la ciudad se fue acercando cada vez más.
Finalmente, Simón llegó a su hogar, su querida casa del mercado. A pesar de que había vivido una emocionante aventura, se sintió más feliz que nunca de estar nuevamente en casa.
El pequeño gato aprendió que la curiosidad puede llevarnos a lugares maravillosos, pero también a peligrosas trampas. Aún así, estaba emocionado por seguir explorando el mundo a un ritmo más lento, sabiendo que volvería siempre de regreso.