El Gato y la Luna de Queso. Érase una vez un gato llamado Tito que vivía en una pequeña casa de campo rodeada de prados y árboles frutales. Tito era un gato muy glotón y siempre andaba en busca de algún bocado delicioso que poder devorar. Pero lo que más le gustaba eran los quesos, especialmente aquellos que eran suaves y cremosos.
Una noche, mientras paseaba por el jardín, el gato Tito levantó la cabeza hacia el cielo y vio la luna llena y brillante. Pero, ¡oh sorpresa!, la luna parecía ser un gran queso amarillo que colgaba del cielo. Tito no podía creer lo que veía, así que decidió saltar hacia la luna para comprobar que era real.
El gato saltó con todas sus fuerzas hasta el cielo y, para su sorpresa, ¡logró agarrar la luna de queso con sus patas! La luna de queso resultó ser suave y cremosa, como los quesos que tanto le gustaban a Tito. Así que comenzó a lamerla y a morderla mientras flotaba en el cielo.
Cuando Tito ya estaba satisfecho de tanto comer, decidió bajar a la Tierra para mostrar su trofeo a los demás animales. Pero cuando llegó a la casa de campo, todos se reían de él al pensar que estaba loco al creer que la luna era un delicioso queso.
Desanimado, el gato decidió compartir su luna de queso con sus amigos más cercanos. Y para su sorpresa, todos terminaron disfrutando junto a él del delicioso manjar. El gato Tito se sintió feliz al compartir su luna de queso y aprendió la importancia de compartir con los demás.
Desde entonces, cada vez que el gato Tito veía la luna llena en el cielo, no podía evitar recordar su aventura y sonreír mientras se lamía sus bigotes.
Érase una vez un ratón llamado Rodolfo que vivía en un agujero en el suelo. Rodolfo era un ratón de campo que pasaba sus días recolectando semillas y maíz para poder sobrevivir. Pero lo que más le gustaba era el queso, ese delicioso manjar que tantas veces había olido pero nunca había logrado comer.
Una noche, mientras caminaba por el campo, el ratón se topó con una enorme rueda de queso. Pero lo más extraño era que esa enorme rueda de queso colgaba del cielo, como si fuera la luna. Rodolfo no podía creer lo que veía, así que decidió subir por el largo hilo que sostenía la rueda para comprobar que era real.
El ratón subió con todas sus fuerzas por el hilo hasta llegar a la enorme rueda de queso. Para su sorpresa, ¡resultó ser el queso más delicioso que había probado en su vida! Rodolfo comenzó a devorar el queso mientras disfrutaba de la vista del campo desde las alturas.
Pero, de repente, el hilo comenzó a estirarse y Rodolfo supo que algo andaba mal: la rueda de queso comenzó a caer desde el cielo con él dentro. Aterrado, el ratón cerró los ojos esperando lo peor.
Pero cuando abrió los ojos, se encontraba tumbado en su agujero, con la enorme rueda de queso a su lado. Rodolfo no entendía cómo había llegado allí, pero estaba feliz de tener la rueda de queso para él solo.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que tanta rueda de queso era más de lo que podía consumir en solitario. Fue entonces cuando decidió compartir su tesoro con el resto de los animales del campo. Y resultó que todos estaban asombrados al ver la enorme rueda de queso que les ofrecía Rodolfo.
Así que, durante muchos días, todos los animales disfrutaron del delicioso queso que el ratón había conseguido entre las estrellas. Rodolfo aprendió que compartir siempre es mejor que tener mucho para uno solo.
Desde entonces, el ratón y los animales del campo se reunían cada noche para hablar y compartir historias mientras disfrutaban del queso bajo la luz de la luna.